I. En el final de su primera Meditación metafísica, Descartes apunta, refulgente: “Supondré, ya que, no que Dios, que es la amabilidad suma y la fuente suprema de la realidad, me engaña, sino cierto genio o espíritu malvado, no menos listo y burlador que poderoso, puso su industria toda a engañarme; voy a pensar que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las otras cosas exteriores no son sino más bien ilusiones y engaños que hace empleo, como cebos, para capturar mi credulidad; me consideraré a mí como sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre; creeré que sin tener sentidos, doy falsamente crédito a todas y cada una estas cosas; permaneceré tercamente dependiente a este pensamiento, y, si por estos medios no llego a poder comprender una verdad, cuando menos en mi mano está el suspender mi juicio. De ahí que, con bastante precaución intentaré no ofrecer crédito a ninguna falsedad, y voy a preparar mi talento tan bien contra las argucias de este enorme burlador, que, por muy poderoso y listo que sea, jamás va a poder imponerme nada”.
Esta inquietante hipótesis nos induce a cuestionar hasta exactamente la misma claridad de las matemáticas y, como derivación de todo lo mencionado, nos van embutiendo en una situación donde no poseemos cualquier género de seguridad, salvo la del propio pensamiento : Pienso, después existo: se puede dudar de la presencia de Dios, de las estrellas, de los propios cuerpos, de nuestro cuerpo; pero no puede vacilarse en el momento de asegurar que todas y cada una estas cosas las estemos pensando. El cogito cartesiano se muestra, de este modo, como la primera verdad clara y diferente, indudable, que basará todo conocimiento y cualquier otra novedosa seguridad. Si hubiese…
Conclusiones.
Lo que se quiere enseñar con este producto es de de qué manera la construcción del mito, que viene de la tradición oral y que afirma legitimar instituciones y la visión de la sociedad hacia estas instituciones sociales (Graves, 2004, p 3), crea arquetipos y modelos que son asumidos como corrientes en la sociedad, o sea, los mitos edifican realidades sociales sobre puntos específicos de nuestra vida diaria y que aceptamos como propios y reales.
El mito de Lilith es solo uno de los múltiples ejemplos de de qué manera por medio de la tradición, y del mito a la civilización hebrea, se legitima un modelo de dominación sobre la mujer construido desde la visión de la hombre mientras en el momento en que una mujer ha de ser y actuar, y, también, estableciendo el pertinente castigo a su rebeldía.
Daimonion terminología
Al utilizar la koiné al helenismo ahora la Biblia al Nuevo Testamento, la palabra “daimonion” transcurrido el tiempo le dio una connotación maléfica a estas expresiones y las expresiones con igual raíz. Daimon, es una palabra del heleno viejo para señalar «espíritu» o «poder divino» afín al «num» o «genio» a la mitología romana. Para distinguir y eludir confusiones, en el heleno tradicional se prosigue utilizando es palabra “daimon o daemon” y los cristianos emplean el término “demonio”.
También la palabra “eudaimonía”, significa buen espíritu y felicidad. La palabra comenzó a emplearse dándole un concepto perverso a la septuaginta llamada asimismo Biblia de los 70 sabios, versión al heleno de la Biblia Hebrea, que logró llevar a cabo Ptolomeo II para la Biblioteca de Alejandría. Este trabajo se basó en la mitología de las viejas religiones semíticas. Utilizada después en el artículo koiné del “Nuevo Testamento”.