religión hebrea de lo étnico-político al monoteísmo estricto

La guerra de los treinta años, que empezó en 1618 y concluyó en 1648 con la paz de Westfalia, no solo creó un nuevo mapa europeo, finalizando con la hegemonía de España y de los Habsburgo, sino asimismo marcar la conciencia religiosa europea. Desde entonces empieza un desarrollo de secularización cultural, popular y política que logró viable la crítica a la religión, la independencia religiosa y la separación de religión y política.

La ilustración, caracterizada por Kant como el movimiento que transporta al libre pensamiento, se contrapuso críticamente a las ideologías, a las tradiciones y también instituciones sociopolíticas, y de forma particular a la religión. No obstante, brotaron novedosas maneras de manipulación política de lo espiritual, y se puso en marcha un desarrollo de reflexión sobre el carácter violento de la religión, más que nada de las religiones positivas conocidas en Europa, en función de los proyectos nacionales y estatales. Estas van a ser ámbas unas partes de mi exposición. Por una parte, analizaré las primordiales maneras de manipulación de lo espiritual en las sociedades modernas, y por otro, el concepto de Dios con relación a las vinculaciones entre el orden político y el espiritual.

El Judaísmo antes de la Era Cristiana

Tras el regreso de Babilonia (538 aC), Judá era siendo consciente de haber heredado la religión del Israel preexílico. Fue esa religión la que llevó a los asilados a regresar a la tierra que Yahvé prometió a sus ancestros, y que en este momento estaban decididos a sostener en su pureza. Del cautiverio aprendieron que, en su justicia, Dios había castigado sus errores a través de su distribución al poder de las naciones paganas, como los viejos profetas habían comunicado en reiteradas ocasiones; y que, en su amor por su pueblo escogido, exactamente el mismo Dios los había vuelto a llevar, como Isaías (40-46) había comunicado especialmente. De allí, naturalmente, sacaron la conclusión de que, a toda costa, debían verse leales a Yahvé, para eludir un castigo afín más adelante. Exactamente la misma conclusión asimismo se les probó de manera concluyente en el momento en que, cierto tiempo tras la finalización del Templo, Esdras les lee ceremoniosamente en voz alta la Ley. Esta lectura pone precisamente en frente de sus psiques la situación única de su raza entre las naciones de todo el mundo. El Constructor del cielo y de la tierra, en su clemencia hacia el hombre caído (Génesis 1-3), había hecho un pacto con su padre Abraham, en virtud del que sería bendecida su semilla, y en la semilla todos y cada uno de los pueblos de la tierra (Gén. 12,18; Nehemías 9). Desde ese momento hasta la actualidad, Él los había visto esmeradamente. En el momento en que el resto naciones cayeron en la idolatría, Él las había dejado arrastrarse en la mitad de sus ritos impuros, pero había tratado de forma diferente a los israelitas, que deseaba para Sí, “un reino de curas y una nación santa” ( Éxodo 19,6). Sus repetidas caídas en la idolatría no habían quedado impunes, sino sostenía viva entre ellos la religión revelada que siempre y en todo momento representaba a Dios como el auténtico y conveniente objeto de su devoción, seguridad, gratitud, de su obediencia y de servicio.

De esta manera, todas y cada una de las desgracias pasadas de su raza fueron precisamente vistas como muchos castigos premeditados por Dios para recordarle a su pueblo ingrato la observancia de la Ley, que les aseguraría la santidad que se requiere para ejercicio impecable de su misión sacerdotal con el resto de todo el mundo. Por consiguiente, ellos se comprometieron a una renovada lealtad a la Ley, dejando a cargo de Dios la consecución del glorioso día en que toda la tierra, con Jerusalén como su centro, reconociese y adorase Yahveh; rompieron todos y cada uno de los vínculos con las naciones circundantes, formando una red social completamente consagrada al Señor, primordialmente encargada de la preservación de su fe y culto a través de un riguroso cumplimiento con todas y cada una de las prescripciones rituales de la Ley. Por una parte, esta actitud religiosa de los judíos de Judea garantizaba la preservación del monoteísmo entre ellos. La historia revela que los persas y los macedonios respetaban su independencia religiosa e inclusive en determinada medida favorecían la adoración a Yahvé. No obstante, todavía es cierto que en la temporada de los Macabeos, los hijos de Israel escaparon de ser totalmente helenizados solo mediante su apego a la Ley. Gracias a ese apego, las horribles persecuciones que padeció entonces reafirmaron en vez de eliminar su creencia en el Dios verdadero. Por otro lado, el rigor con el que se aplicó la letra de la Ley dio rincón a un ajustado “legalismo”. El cumplimiento únicamente de afuera de las observancias rituales reemplazó pausadamente las solicitudes superiores de conciencia; el profeta fue sustituido por el escriba, el intérprete casuístico de la Ley; y también Israel, en su aislamiento sagrado, miró hacia abajo al resto de la raza humana. Un espíritu ajustado afín animó a los judíos de Babilonia, en tanto que fue desde Babilonia que había llegado Esdras, “un escriba diestro en la Ley de Moisés”, a rememorar la Ley en Jerusalén, y su vida en la mitad de las ciudades paganas logró considerablemente más imperativo que se aferrarán al credo y culto de Yahveh.

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