religion en el siglo xviii en la nueva españa

Enrique Florescano

De hoy directivo del Centro Nacional de Antropología y también Historia de México. Es directivo principal creador de Vínculos y integrante del consejo editorial.

En el Génesis se relata de qué forma Dios, tras hacer el planeta en seis días, el séptimo descansó y contempló sus proyectos. Otras tradiciones aseguran que se puede saber una sociedad por la manera en que emplea su momento de libertad. Pilar Gonzalbo redacta sobre esta relación entre ocio y religión en la Novedosa España.

Las manifestaciones de ocio y trabajo son alterables y distintas, al tiempo que, en el espacio y en el tiempo, el tema es universal. Por uno u otro sendero, nos transporta a cuestiones trascendentes, como el comienzo de las prácticas y mitos de la creación, oa inconvenientes morales, como los errores de la ociosidad. Al charlar del ocio, tenemos la posibilidad de llegar a un principio recóndito que absolutamente nadie conoce, pero que cada civilización ha pretendido imaginar. En la civilización occidental, este origen está en la tarea de un ser omnipotente que pensó y en que su pensamiento se materializó en un planeta de astros y espacios, de materia y energía, de vida y destrucción: todo en seis días, y el séptimo, fatigado y satisfecho con su obra, el constructor descansó. Es la explicación cristiana para ese reposo semanal que la tradición occidental ha consagrado como el reposo el día del Señor.

Los tiempos y espacios premeditados al ocio se cuidaron desde hace tiempo como símbolos de la obediencia a reglas rectoras del accionar colectivo. La obsesión por admitir un orden preexistente, o por establecerlo donde no había, asimiló ritmos del calendario y opiniones que asimismo habían relacionado los tiempos de reposo con el homenaje a seres superiores, la celebración de los recursos de la naturaleza y la ofrenda de sacrificios o de proyectos meritorias que complaceran a las divinidades y diesen fundamentos de alegría a sus leales. Las pretensiones de la vida material imponían el trabajo y las religiones demandaban homenajes, ya que absolutamente nadie era verdaderamente dueño de su tiempo, en tanto que se lo debía a su constructor ahora él debía dedicarlo. Aun, el preciso y también ineludible reposo nocturno fue objeto de preocupación, con lo que tiene indudablemente de placentero, y el ascetismo le impuso limitaciones como medio de agradar a la divinidad en el sendero de la perfección.

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