“Hemos acordado admitir a los cristianos ahora todos los otros hombres la independencia y la oportunidad de entrenar la religión que cada uno de ellos desee”. Estas expresiones no proceden de una actualizada declaración de derechos civiles, sino más bien del llamado Edicto de Milán, decretado por los emperadores Constantino y Licini en el mes de febrero del 313, del que hace 1.700 años. Era la primera oportunidad en la historia que se reconocía judicialmente esa independencia.
El Edicto llegaba tras entre las duras persecuciones que los cristianos padecieron a inicios del siglo IV. Lo había liberado en el año 303 el emperador Diocleciano, adjuntado con Galeri, en un intento de volver a poner la unidad estatal conminada, a su juicio, por el desarrollo del cristianismo. Estos gobernantes ordenaron demoler las iglesias de los cristianos, abrasar las copias de la Biblia, condenar a muerte a las autoridades eclesiásticas, privar a todos y cada uno de los cristianos de cargos públicos y derechos civiles, tal como obligar a llevar a cabo sacrificios a los dioses bajo pena capital.
Ecuación de la compasión
Probablemente no solo la promesa de salvación motivara a los paganos a transformarse en cristianos, sino más bien visto que eran de enorme manera retribuidos “aquí y en este momento” por formar parte a la red social. De esta manera, más allá de que la membresía era «cara», en verdad, era «una ganga». En tanto que si bien la iglesia demandaba bastante a sus integrantes, asimismo les dio bastante.
Por servirnos de un ejemplo, ya que se suponía que los cristianos ayudaran a los menos agraciados, podrían aguardar recibir esta asistencia y todos podrían sentirse mucho más seguros en los pésimos tiempos. Como se les solicitaba que cuidaran a los enfermos y moribundos, ellos asimismo recibirían este género de atención. Como se les solicitaba que amaran a el resto, ellos por su parte serían estimados.
¿UN CRISTIANISMO UNITARIO?
Según hemos ido observando en los dos productos, el cristianismo fue medrando pausadamente al paso que otros cultos adquirían o perdían popularidad. Esto ha solido recaer sobre la conciencia colectiva como que un movimiento ideológico homogéneo escalaba en las clases sociales romanas hasta llegar a tomar el bastón de mando. Pero no fue, ni de lejos, el rumbo que tomó la fe cristiana.
Ahora desde el principio de la composición de esta fe, tan arraigada con la judía, hubo continuas disensiones en lo que se refiere a interpretaciones de las escrituras. Escrituras que, por otro lado, no habían terminado de congregarse como un dogma (Piñero, 2007: 330). La variedad entre haz cristianas fue enorme, y cuyo acercamiento tenemos la posibilidad de dejarnos merced al libro de Antonio Piñero (2007).