Los emperadores Licini y Constantino en asambleas festejadas en Milán en el mes de febrero del 313 establecen que “a todos y cada uno de los súbditos, incluidos de manera expresa los cristianos, se les autoriza a continuar libremente la religión que mejor les pareciese”. Se superaba el decreto con el que Galeri unos años antes aceptaba a los cristianos.
Este año festejamos el décimo séptimo aniversario del decreto por el que los cristianos lograron vivir, sin parar de ser cristianos. Los emperadores Licini y Constantino daban este “Edicto de Milán”, uno para Oriente y otro para Occidente, y con él, los cristianos irían ascendiendo la escalera de los cargos en el Imperio. En verdad, uno de exactamente los mismos emperadores que concedieron el decreto al que hablamos, terminó siendo católico y concediendo a la Iglesia tantas donaciones que serían los cimientos del poder temporal que pasados los años tendría la Iglesia. Su madre que figura entre los beatos, santa Elena, sería una de la gente que ejercerían su influjo a fin de que pasados unos años, la religión que fue perseguida en un intento de ahogarla en sangre, acabara siendo la única opción religiosa que daban a sus súbditos los propios emperadores: nos nos encontramos refiriendo al decreto Cunctos Populos con el que el emperador Teodosio declaraba a la Iglesia Católica la única religión que podía seguirse en los dominios del imperio. En tres siglos se había pasado de ser una religión condenada, a ser la única apoyada desde nuestro poder civil, hasta el punto de quedar prohibidas el resto.
Convivencia del cristianismo y el paganismo
Con todo, la lucidez de Constantino supo consolidar la novedosa composición del Imperio al juntar nociones recurrentes de paganismo y cristianismo, primordialmente en el momento en que los dos cultos identificaban l emperador del Estado, se acuña que, después, las dos religiones hayan culpado el ascetismo de Julián. En verdad, nuestro Amiano lo cuestiona en el momento en que los dos cultos podían converger y favorecer al Estado: “No obstante, logró algo injusto que merecía ocultarse en lo mucho más profundo de los silencios: no dejar que los profesores de oratoria y de literatura tengan la posibilidad de impartir sus enseñanzas si eran seguidores de la fe cristiana” (XXII.diez.7). La política constantiniana fue pragmática. Ciertamente, el pueblo de roma, que desde hace tiempo había asimilado y adoptado opiniones y prácticas distintas, dispondría de un mayor abanico de opciones que dejaría a las distintas clases identificarse con la romanidad. Como lo revela la numismática, Constantino asimismo fue devoto de una deidad del sol, Apolo, con lo que estableció una asociación entre Apolo y Dios con la que paganos y cristianos se darían cuenta de que los dos cultos redundaban en beneficio del Imperio. El Sol se presentó como un vínculo entre el politeísmo pagano y el monoteísmo católico, puesto que podía sincretizarse por medio de nociones inmanentes del pueblo de roma –de ahí la primacía de conceptos abstractos nombrados previamente–. Terminantemente, ya que, había un dios supremo en el Imperio, los tradicionalistas le identificaría con Apolo, Sol Invicto, entre otros muchos, al tiempo que los cristianos reconocerían a Sol como una alegoría de la iluminación de Dios.
La visión de la Cruz de Constantino antes de la guerra del puente Milvio, representada en un manuscrito bizantino, siglo IX d. C., Bibliothèque nationale de France, París. Fuente: Wikimedia Commons.
Persecución al Cristianismo
La religión oficial romana era politeísta, veneraban distintas dioses y pensaban que el favor de los dioses era preciso para asegurar la seguridad del país. Los Cristianos, creían en un Dios único que nada debía ver con los dioses romanos, por esa razón los líderes romanos consideraban que el Cristianismo se oponía, no solo a la religión oficial sino más bien pues suponía una amenaza para el estado no venerar a los dioses romanos.
Este suceso, relacionado a que la mayor parte de seguidores del Cristianismo eran plebeyos o esclavos propició que el estado empezara una persecución irracional contra los Cristianos. Estos se veían obligados a entrenar su religión en misterio en los entresuelos de la región, en las llamadas catacumbas. En caso contrario eran apresados por legionarios romanos y detenidos, la mayor parte de ellos morían de múltiples formas, la mucho más espeluznante era la desaparición en la arena del coliseo. Se dejaba un conjunto de Cristianos en el centro del Anfiteatro y se soltaban leones que por último les devoraban.
¿cuál fue el emperador de roma que se transformó al cristianismo?
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¿Imperio con los pueblos invasores?
El Estado de roma confirmaba a través del pacto el lugar de los vasos en Aquitania. El pacto dejaba a los vasos recibir tierras en lugar de prestar fuerzas en el ejército imperial. En razón de este género en concordancia, los vasos se hacían administradores del Imperio en ese territorio. Por el contrario, los vasos debían ordenar los impuestos y tropas que formaban una parte del ejército de roma.
Los foederati godos participaron al lado del ejército de roma en una guerra en el Valle del Ebro contra partidas de campesinos libres desertores populares como bagaudas. Eran conjuntos muy heterogéneos formados por fugitivos, gente perseguida, etcétera. que se organizaba militarmente y podían transformarse en una amenaza para el Imperio.