Desde la Edad Tradicional, Platón charlaba de todo el mundo de las ideas y Aristóteles del Ser y sus características como forma adecuada de llegar a un conocimiento considerablemente más terminado que el que nos podían proveer nuestros sentidos. Eran incondicionales de que el saber se encontraba en la persona y no en el planeta exterior. Estos pensamientos los englobamos en la metafísica que es la rama filosófica que estudia el ser y su origen y piensa sobre nociones abstractas. La filosofía no solo piensa sobre lo que tenemos la posibilidad de tocar u olisquear, asimismo piensa sobre el bien, la ética, el ser o el espíritu.
En la Edad Media, a causa de las medites aristotélicas hace aparición una corriente de pensamiento que es la que domina en Europa a lo largo de una gran parte de la edad media y que lleva por nombre Escolástica. La Escolástica es una corriente de pensamiento que busca conciliar razón y fe. Los escolásticos procuran a través de razonamientos racionales justificar los dogmas religiosos. Entre los referentes de este pensamiento va a ser Tomás de Aquino que por medio de las influencias aristotélicas y la creación de las cinco vías va a creer haber probado la presencia de Dios. Averroes por su lado procura juntar filosofía y religión. Pensaba que la realidad de las escrituras islámicas y la filosofía no ingresaban en contradicción. Para Averroes, un teólogo (persona que se ocupa de estudiar a Dios y los límites del conocimiento humano) debía trabajar por medio de argumentos demostrativos, o sea, debía evaluar racionalmente lo que decía.
La fidas de los viejos: prueba, pacto y lealtad
La fe de los viejos difiere del término de fe elaborado por las religiones recientes y principalmente por el Cristianismo en Occidente. La fides romana o la pistis griega son una prueba de seguridad, una marca de lealtad, un pacto que basa las relaciones morales y sociales. Es una virtud que no debe malinterpretarse con la creencia religiosa.
El Cristianismo convirtió la iniciativa de la fe en una creencia establecida, en la fe dada a un testimonio (profetas, apóstoles). Pero la probabilidad de un testigo es dependiente de las pruebas que logren confirmarlo o invalidarlo. El testigo no exonera de la prueba. Inversamente, la prueba tampoco sustituye la función propia del testigo. Sin pruebas no habría ciencia. La complementariedad entre la prueba y el testimonio está en el corazón de nuestra civilización. La distinción entre prueba y testimonio, razón y fe pertenece a nuestra herencia cultural.