Para muchas personas la religión y la ciencia son 2 campos comúnmente enfrentados. Pero la verdad no es precisamente esa. Son los fundamentalismos, el espiritual y el científico, los que están empeñados en el combate de ámbas visiones de todo el mundo. Lo que sucede es que el fundamentalismo espiritual, con mucha continuidad, se ha impuesto extensamente a las sociedades en las que prevalecía una creencia religiosa, y daba la sensación de que no existía mucho más visión de lo espiritual que el fundamentalismo fomentado por las jerarquías eclesiásticas. Y ocurrió lo mismo con la religión católica y con el islam, el budismo o el hinduismo. Asimismo en el campo de la ciencia, varios, deslumbrados por los portentosos logros logrados en las ciencias naturales desde el Renacimiento, han abrazado el positivismo científico de una forma fundamentalista, estimando que toda la verdad se disminuye a eso que puede ser medido y comprobado experimentalmente .
Lo que la historia nos enseña son personas que hicieron aportaciones escenciales en el avance científico de la raza humana y que preservaban unas profundas opiniones religiosas: Copérnico era un monje polaco, Kepler era luterano, Newton era asimismo teólogo. Mucho más últimamente Georges Lemaître, que fue el primero en elaborar la teoría del big bang, era un sacerdote belga. Pierre Teilhard de Chardin, paleontólogo jesuita, tiene una visión profunda de la evolución que agrupa ciencia, filosofía y mística. Hace ya tiempo leí un libro que se titula ‘Cuestiones cuánticas’, que transporta como subtítulo ‘Escritos místicos de los físicos mucho más conocidos de todo el mundo’. Tiene relación a las inquietudes espirituales de los autores de la física cuántica. Cito como un ejemplo unas expresiones de Max Planck, padre de la novedosa visión de todo el mundo que nos da la física actualizada. Planck redacta: “La ciencia nos acompaña, ya que, hasta el umbral del ego, y nos deja dejados a nosotros….Pero el imperativo categórico ?o sea, el dictado del deber? es el principio orientador de la vida. Aquí el intelecto debe ceder el sitio al carácter, y el saber científico a la fe religiosa”.
Génesis y creación
En el occidente católico, el relato del Génesis sobre la creación, que se admitía verdaderamente, implicaba que las especies de animales y plantas habían sido construídas cada una independientemente en el lapso de seis días. Los comentarios a estos contenidos escritos no van a hacer mucho más que recalcar esta iniciativa de la creación directa de Dios de todas las especies de plantas y animales y de manera especial la creación del hombre a su imagen y semejanza, dando al cosmos una duración de unos 6000 años.
Esta visión entró en colisión con los desarrollos de la geología y la iniciativa de Converses Darwin de la teoría de la evolución donde se ofrece el mecanismo de la selección natural para argumentar el origen de las especies, incluyendo el hombre, desde unos primeros seres vivos.
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Compatibilidad
No solo mantengo que la fe y la ciencia no se oponen, sino más bien asimismo que se complementan en el sendero para llegar a la realidad. De esta manera lo expresa el papa Benedicto XVI: «Todo cuanto verdaderamente es racional funciona con la fe revelada por Dios y con las Sagradas Escrituras». Hay entre las dos una compatibilidad que debemos estudiar a conducir. Los últimos pontificados de la Iglesia católica han insistido bastante en la racionalidad de la fe y en la cuestión del conocimiento de la realidad. Esto cuando menos expone a la generación del presente que esta cuestión no debe descartarse de forma simplista pensando que tener fe es, de sede, algo irracional.
La compatibilidad entre las dos se expone en que la ciencia es una asistencia para la religión, y la religión una asistencia esencial para la ciencia. O sea de escencial relevancia en la actualidad, ya que en ocasiones algunos impulsores del avance científico, en su afán por la investigación, pasan por prominente la dignidad del humano. En este momento cada vez se comprende mucho más el papel de la Iglesia que pelea por llevar a cabo la ética y la ética en el campo científico y sirve como garante en la defensa del hombre y de nuestro planeta frente a una ciencia que en ocasiones los olvida.