que debe tener en la cabeza un profesor de religion

Hace unos días escribí una columna sobre los cambios fundamentales que se necesitan para tener un Estado laico, puesto que Chile no tiene esta categoría en su Constitución de hoy. La de 1980.

Uno de estos cambios escenciales es entablar una política de Estado sobre una educación pública, laica, gratis y de calidad. Un Estado laico rescinde de la enseñanza religiosa, y, por extensión, el Estado es sin dependencia de toda predominación religiosa, tanto en la Constitución como en los individuos.

¡No a la clase de religión! ¡Sí a una educación religiosa!

La investigación partió de la base de que el ERE no puede ser aséptica ni indiferente a las realidades y activas sociales, según se lee en entre los productos que han anunciado. Previamente las instituciones educativas establecían la clase de religión y, siendo un país en la mayoría de los casos católico, se limitaba de forma exclusiva a instruir esta doctrina. Pero desde la Constitución Política de Colombia de 1991, se garantiza la independencia de cultos. El producto 19 afirma de esta forma: “Toda persona está en su derecho a profesar libremente su religión ahora propagarla de manera individual o colectiva. Todas y cada una de las confesiones religiosas y también iglesias son del mismo modo libres frente a la ley”. Menos de tres años después, el producto 23 de la Ley 115, ley general de educación, estableció que la educación religiosa es un área primordial y “se va a ofrecer a todos y cada uno de los establecimientos académicos, observando la garantía constitucional según la que, en los establecimientos del Estado, nadie va a poder ser obligada a recibirla”.

“Este cambio produjo indecisión en las instituciones educativas”, enseña Balancee; ciertas prosiguieron ofertando lo que conocemos como la clase de religión, una religión confesional muy afín a la catequesis escolar, pero en el momento en que se matriculaba a un estudiante que practicaba otra religión, la institución no se encontraba lista para recibirlo; otros la transformaron en clase de ética, de valores o de capacitación ciudadana; un tercer conjunto resolvió efectuar ocupaciones libres o lúdicas, y por último hubo instituciones que se detuvieron a meditar en volver a diseñar la materia para aceptar al estudiante “una entendimiento de lo espiritual en la civilización bajo una visión incluyente y plural pero asimismo una capacitación que le dejara asumir responsablemente sus resoluciones en temas de creencia”, prosigue Balancee.

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