¿Por qué la Deidad de Cristo es tan importante para la fe cristiana?

El mensaje de Jesús era enteramente sobre el Padre y no sobre sí mismo. Él no hizo un reclamo explícito y abierto de deidad. No dijo con tantas palabras «Yo soy Dios». Lo que sí encontramos son sus afirmaciones sobre su deidad. Por ejemplo, Jesús dijo que enviaría a «sus ángeles» (Mateo 13:41); en otros lugares se habla de ellos como «los ángeles de Dios» (Lucas 12:8-9; 15:10).

Hay muchas prerrogativas que Jesús reclama con respecto a su deidad. Esto es lo que necesita saber.

Primero, su afirmación de perdonar los pecados. Cuando sus amigos bajaron al paralítico por el techo, Jesús no respondió con un comentario sobre la condición física del hombre o su necesidad de curación. Más bien, su comentario inicial fue «Hijo mío, tus pecados te son perdonados» (Marcos 2:5).

Segundo, Jesús habla también de juzgar al mundo (Mateo 25:31-46). Él se sentará en Su trono glorioso y separará las ovejas de las cabras. El poder de juzgar la condición espiritual y asignar el destino eterno de todas las personas le pertenece. Ciertamente este es un poder que sólo Dios puede ejercer.

Tercero, la autoridad que Jesús reclamó y ejerció también se ve claramente con respecto al sábado. La santidad del sábado había sido establecida por Dios (Éxodo 20:8-11). Sólo Dios podía derogar o modificar este reglamento. Sin embargo, considere lo que sucedió cuando los discípulos de Jesús recogieron espigas en sábado y los fariseos objetaron que se estaban violando las normas del sábado. Jesús respondió señalando que David había violado una de las leyes al comer del pan reservado para los sacerdotes. Luego, dirigiéndose directamente a la situación actual, Jesús afirmó: «El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo; así que el Hijo del hombre es señor aun del día de reposo» (Marcos 2:27-28). Claramente estaba reclamando el derecho de redefinir el estado del sábado, un derecho que pertenece solo a alguien virtualmente igual a Dios.

Cuarto, Jesús también afirma tener una relación inusual con el Padre. Jesús afirma ser uno con el Padre (Juan 10:30); y que verlo y conocerlo es ver y conocer al Padre (Juan 14:7-9). Hay un reclamo de preexistencia en su declaración en Juan 8:58: «De cierto, de cierto os digo, antes que Abraham fuese, yo soy». Otra alusión a la preexistencia se encuentra en Juan 3:13, donde Jesús afirma: «Nadie subió al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre». También hay una pretensión de trabajo simultáneo y co-terminal con el Padre: «Si un hombre me ama, mi palabra guardará, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él» ( Juan 14:23).

Quinto, la indicación más clara de la autocomprensión de Jesús se encuentra en relación con su juicio y condenación. El cargo según el relato de Juan era que «se ha hecho a sí mismo Hijo de Dios» (Juan 19:7). Mateo informa que el sumo sacerdote dijo en el juicio: «Te conjuro por el Dios vivo; dinos si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios» (Mateo 26:63). Jesús respondió: «Tú lo has dicho. Pero yo te digo que de ahora en adelante verás al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo sobre las nubes del cielo». (Mateo 26:64).

Sexto, Jesús también aceptó la atribución de deidad a él por parte de sus discípulos. El caso más claro de esto es su respuesta a la afirmación de Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20:28). Aquí había una excelente oportunidad para corregir un concepto erróneo (si eso es lo que era), pero Jesús no lo hizo. Séptimo, Jesús hizo su declaración más enfática en sus palabras a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá» (Juan 11:25).

Creer en la deidad de Cristo es un requisito importante para nuestra salvación. Negar a Cristo es negar su muerte y resurrección y, por lo tanto, negar la seguridad de nuestra salvación. Tenemos que creer en lo que dice Jesús: «YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA. NADIE VIENE AL PADRE SINO POR MÍ» (Juan 14:6).

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