Últimamente he escrito un nuevo libro. Transporta este título: “Desafío y espiritualidad”. He amado elaborar este cuaderno de lectura y trabajo individual y grupal pues cada vez hay mucho más ideas de acompañamiento al desafío, pero he sentido el deber de sugerir un recurso para contribuir a trabajar la dimensión espiritual. Soy católico, espiritual camil, vivo en Europa, con lo que no he dudado en enfocar el tema desde la tradición cristiana. No rechazo de este modo algún otro recurso, creencia, práctica, religión… con el que cuenten los pésimos. Sencillamente esta es una alternativa y límite de este material.
Lo he escrito con miedo y temblor por el hecho de que soy siendo consciente de de qué forma es especial tanto charlar del desafío (más que nada dirigiéndose a pésimos, como he hecho de manera frecuente en distintas países), de qué forma charlar de la dimensión espiritual, y de la promesa, particularmente, apostando por que lo que dicen o se redacta esté bien arraigado en el corazón y no sean puras expresiones vacías que, estas al desafío, tienen la posibilidad de ser a campanas en el aire.
Conciliar la fe con la verdad
Para entender esta afirmación, es requisito examinarla con aspecto: en el momento en que la Iglesia Católica afirma que la gente no morimos, no está negando la verdad de una prueba física, que es que el cuerpo deja de marchar. Dice que el hombre no es solo cuerpo, sino está compuesto por un cuerpo y su espíritu, y es al espíritu -o el alma- lo que tiene relación en el momento en que afirma que no está muerto.
La fe no está reñida con la ciencia, son las interpretaciones que hacemos de la fe las que en ocasiones sí lo están. En el momento en que la Iglesia Católica afirma que el alma va al Cielo -oa casa del Padre- no hace referencia al cielo físico, ni tampoco a una vivienda con ladrillos, pero requerimos imágenes que logren representar de qué forma va a ser lo que llamamos la «vida eterna» , en tanto que ofrecerle contenido nos deja agarrarlo de alguna manera.
Oración por los leales finados
Padre Eterno, soberano Dios! Manda a tus ángeles a sacar del purgatorio ese alma por quien es mi intención rezar; te suplico la lleves a tu gloria, y te solicito Señor que la parte que falta de agradar por sus culpas, la disculpes por los méritos de las penas de tu Hijo, mi Señor Jesucristo. Le suplico mi Constructor misericordioso, no seas estricto en mi juicio y no nos dejes caer en la tentación, entregándonos de todo mal. Amén.
Frases para fallecidos. No dejemos de rezar por nuestros conocidos cercanos. Fotografía Cathopic.
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