La contestación es no. Lo que sí existía -y o sea indudable- era una consecución de actos y también ideas culturales desde el instante en que Alfonso VI reconquistara Toledo (1085). Hasta la temporada de máximo lustre intelectual, la temporada de Alfonso X, el Sabio (muerte en 1284) )
El esplendor del Califato de Córdoba -los omeyas al sur de la Península Ibérica hicieron sombra en Bagdag o Constantinopla- solo duró entre los años 921 y 1031, año en que cede tras una guerra civil que diseminó el califato reinos de taifas completamente independientes. Pero en los buenos tiempos, el califato de Abderraman III tenía una figura hebrea y muy letrada que, sin nunca ostentar el título de visir, ejercitó como ministro de temas exteriores califal: Hasday Ibn Shaprut para la Historia; Hasday ben Yitzjak ben Ezra para el judaísmo. Aparte de latín charlaba, leía y escribía en hebreo y en árabe, sosteniendo prominente contacto epistolar con todo el planeta medieval. En verdad, tenía tan buenas relaciones con los judíos de Babilonia que en el momento en que las cosas se pusieron allí mal se trasladaron a Sfarad, empezando asar la sexta era rabínica, la de los Rishoním (Los Primeros, en referencia a los primeros a estudiar fuera de Babilonia) Con la invasión almorávide de los Reinos de Taifas, varios musulmanes y la mayor parte de judíos escaparon de Al Andalus; ciertos, fuera de la Península Ibérica, como Maimónides; otros, hacia el norte. En Toledo, con el tratado de capitulación, se concedieron fueros propios a los mozárabes, musulmanes y judíos que lo habitaban; estas leyes serían unificadas en un único fuero de 1118, concedido por Alfonso VII, por el que empezó entre los periodos mucho más florecientes de Toledo, en especial en el aspecto cultural.
La Escuela de Traductores de Toledo el día de hoy
El día de hoy, la reconocida y vieja Escuela de Traductores de Toledo se encuentra dentro de los institutos culturales y también estudiosos de la Facultad de Castilla-La Mácula y tiene su sede en el viejo Palacio del Rey Don Pedro en la toledana Plaza de Santa Isabel. En el siglo XII la Escuela de traductores de Toledo volcó primordialmente contenidos escritos filosóficos y teológicos (Domingo Gundisalvo) interpretaba y escribía en latín los comentarios de Aristóteles, escritos en árabe y que el judío converso Joan Hispano traducía al español, idioma en el que se comprendían).
En la primera mitad del siglo XIII esta actividad se sostuvo. Por servirnos de un ejemplo, reinando Fernando III, rey de Castilla y de León, se compuso el «Libro de los 12 Sabios» (1237), resumen de sabiduría política y ética tradicional pasada por manos «orientales».
Fuentes
José Sangrador Gil, La Escuela de Traductores de Toledo a lo largo de la Edad Media | Gonzalo Díaz Díaz, Hombres y documentos de la filosofía de españa | Fernando Girón, Oriente islámico medieval | Juan Riese Palmero, El influjo greco-árabe en la medicina latina medieval | Manuel Lázaro Pulimentado y Alejandro Escudero Pérez, El renacimiento filosófico y escolástico en el siglo XIII | Umberto Eco, La Edad Media III. Castillos, mercaderes y versistas | Wikipedia
Las traducciones religiosas en la Edad Vieja.
La desaparición del hebreo como lengua religiosa dio como resultado la necesidad de traducir este idioma en riesgo de extinción a otro que pudiese comprender el pueblo judío. El idioma escogido fue el heleno, si bien verdaderamente sus contemporáneos greco-romanos no se vieron influidos por esta versión del Viejo Testamento, libro que conocieron en la temporada del cristianismo.
Fue más tarde, ahora en el siglo II d. en el momento en que comenzaron a manifestarse las primeras traducciones de los libros del Viejo Testamento desde el heleno hacia el latín, versión que se llamó Vetus Latina. Ahora en este periodo, las traducciones que podemos encontrar tienen relación con el campo espiritual, y 2 siglos después una traducción de la Biblia va a ser la que cambie completamente la narración de la traducción: la Vulgata. Esta traducción de la Biblia completa llevada a cabo por San Jerónimo, patrón hoy día de los traductores, fué la traducción mucho más difundida y la única autorizada por la Iglesia católica en su instante. Si bien cambiada en ciertos puntos mediante los siglos, esta fue la versión que imprimió Gutenberg por vez primera en 1452.