Glauc Schettini
“El día de hoy es el día”, escribía un perturbado Dionigi Strocchi el 17 de septiembre de 1796 a un amigo en Faenza, en el norte de Italia. En Roma, donde Strocchi trabajó como secretario del Instituto de Cardenales, “todo el planeta susurraba sobre una guerra santa, una guerra de religión” que próximamente sería lanzada contra la Francia revolucionaria. Sus secuelas, adelantaba Strocchi, serían ruinosas1. Los temores de Strocchi no eran injustificados. Tras la invasión de los Estados papales por Napoleón Bonaparte en el primer mes del verano, los encargados francés y papal habían firmado un armisticio en Bolonia, pero las diálogos de paz, que se habían iniciado en Bolonia a inicios de septiembre, estaban atascadas. Para enorme consternación de Strocchi, los diplomáticos austriacos y napolitanos instaron al Papa Pío VI a dejar la mesa de negociaciones y publicar una cruzada contra Francia, una alternativa que asimismo recibía un acompañamiento cada vez mayor en el séquito papal.
El comienzo de la Revolución francesa
El 14 de julio de 1789 el pueblo de París tomó por la fuerza la fortaleza de la Bastilla.
En el momento en que se juntaron los Estados en general en Versalles en el mes de mayo de 1789, representantes del tercer estado y de la nobleza demandaron cambios en el sistema de votación, pero estos fueron rechazados. El 17 de junio, los representantes del tercer estado se proclamaron a sí mismos Reunión Nacional, lo que significó un desafío institucional a la monarquía.
Múltiples de los enormes pensadores de la historia ofrecieron resoluciones al inconveniente que aqueja a nuestra política.
Al comentar las manifestaciones frente la vivienda del juez del Tribunal Supremo Brett Kavanaugh, un editorial reciente del Wall Street Journal asegura que habitamos «tiempo de fanatismo en el que la crueldad política está a la orden del día». «Refiriéndose a los hechos del 6 de enero de 2021, Mark Meadows, exjefe de gabinete del presidente Donald Trump, calificó a los agitadores como «un puñado de entusiastas», al tiempo que un producto reciente anunciado en Slate nos sugiere ir a «Entender los entusiastas de Trump que se han apoderado de las selecciones en un estado pendular definitivo: “¿Pero a qué hablamos en el momento en que charlamos de “fanatismo”?
Lejos de ser una invención de la era Trump, el término fanatismo tiene una extendida historia que se remonta hasta el viejo planeta grecorromano. Se asoció a la crueldad política a lo largo de la Revolución Francesa, y terminó empujando a varios de los pensadores mucho más relevantes de la temporada a desarrollar exactamente las mismas resoluciones que podrían contribuir a la sociedad de la cual formamos parte de hoy.
Fuentes
A cultural historia de la French Revolution (Emmet Kennedy)/Robespierre. Una vida revolucionaria (Peter McPhee) / Robespierre. Aulard)/Wikipedia