la religion en la epoca de los reyes catolicos

Hay distintas percepciones sobre la relación del rey Felipe II con la religión. Es comúnmente considerado como entre los reyes mucho más católicos de España. No obstante, ciertos historiadores lo han clasificado como un enemigo del papado.

Logramos hallar enormes proporciones de información sobre su reinado, pero no sobre su religión. La información sobre esta se ha compendiado desde las relaciones entre España y la Santa Sede, ya que se deduce que no se ha elaborado ningún estudio profundo de investigación en relación a la política religiosa del rey.

El Reino Nazarí de Granada y la incorporación del Reino de Navarra

La Guerra de Granada no se inició de manera sosprechada y unificada. Se alargó a lo largo de once años (1481-1492) en los que se emplearon tanto acciones militares como la diplomacia. Como consecuencia de esto, se transformó en la primera guerra de la Edad Actualizada. Se resaltan tres fases:

  • Defensa y Conquista de Alhama: El Marqués de Cádiz y Rodrigo Ponce de León toman Alhama. La explicación fue la presa musulmana de Zahara. Frente esto, Los Reyes Católicos apoyan a estos audaces nobles y aprovechan la debilidad que se encontraba tolerando el Reino nazarí.
  • Toma de Málaga: Este fue un episodio durísimo desde el criterio militar. El ataque a la localidad de Málaga fue una genuina hostilidad que dio como resultado una dura venganza de los campeones. Toda la población malagueña fue doblegada y achicada a condición de esclavos.
  • Rendición de Granada: Si bien fuera perdurable, la rendición de Granada, fue la parte mucho más simple de la reconquista llevada a cabo por los Reyes Católicos. El sultán Boabdil I firmó las capitulaciones de Granada en 1492. Se pactó el respeto de la independencia personal, los recursos y las prácticas religiosas de todos y cada uno de los musulmanes. Pero la llegada de los cristianos y el no cumplimiento de estos pactos llevaron al deterioro de la convivencia que termina con la insurrección de los mudéjares, la derrota y los decretos de conversión o expulsión dictados por los Reyes Católicos que terminarían con su política de tolerancia religiosa. Se funda el Tribunal de la Santa Inquisición por concesión papal, por perseguir la herejía y los falsos conversos al cristianismo. La conquista de Granada fue fundamental y se comprendió como una asistencia contra el progreso de los turcos en el Mediterráneo que perseguían el cristianismo desde la toma de Constantinopla (1453). Para su financiación, los Reyes Católicos solicitaron asistencia al Papa pidiendo una bula de cruzada que se enlazó a los impuestos destacables de judíos y mudéjares ahora los créditos de los consejos. La guerra sirvió para la unificación de los reinos bajo el reinado de los Reyes Católicos y ratificar su poder en frente de la nobleza que fue la auténtica ganadora en el reparto de las tierras en lugar de lealtad.

Isabel la Católica murió en 1503 y Fernando a Tuvieron cinco hijos: Isabel, Juan, Juana, María y Catalina. Maquiavelo recordó a Fernant el Católico como el modelo de gobernante renacentista en su obra «El Príncipe».

El título de Rey Católico lo heredaron y preservaron sus sucesores. En la actualidad, la presente Constitución De españa reconoce al rey Felipe VI de España la utilización de los títulos habituales de la Monarquía de españa, con lo que asimismo puede usar el de “Rey Católico” o ser llamado “Su Católica Majestad”.

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el origen del inconveniente espiritual

La situación de la península consigue su máximo deterioro desde 1808. No es tanto una crisis política lo que se vive desde ese momento como una asoladora crisis de legitimidad. La dinastía borbónica está fuera del país, retenida por Napoleón y también invalidada para reclamar el poder por la obligada abdicación de Fernando VII, cuando menos desde un criterio formal. José Bonaparte, en el otro radical, es respondido por la mayor parte de los españoles, exasperados por la invasión y por el accionar de las tropas francesas en la conducción de la guerra. Parecía precisa una solución de urgencia para agradar ese vacío y la convocatoria de unas Cortes se presentaba como entre las pocas vías de acción. En Cádiz se procuró lograr de esta manera un convenio entre españoles de las distintas tendencias para detallar instituciones capaces de terminar con el desgobierno y, al fin y al cabo, reconstruir el poder político en España, interrumpido y desarticulado en los primeros años del siglo XIX. La tarea de los miembros del congreso de los diputados gaditanos era siempre fundacional: no solo debían argumentar por el hecho de que adoptaban cierta forma de gobierno, ciertas instituciones, sino más bien asimismo argumentar qué títulos les acreditaban para esto. Fue el ineludible recurso a la historia como fuente de legitimidad de su tarea lo que abrió el sendero a fin de que, adjuntado con las interpretaciones del pasado, la religión estuviera de nuevo que se encuentra en las deliberaciones políticas: la acumulación de mitos que desde hace tiempo había predeterminado un nexo fundamental entre España y el catolicismo logró que, salvo extrañas salvedades, los miembros del congreso de los diputados no percibieran diferencias entre charlar del pasado y charlar de la fe. Como el poder que deseaban instaurar en España no podía desentenderse de la historia, tampoco podía llevarlo a cabo del catolicismo. Aquí, precisamente aquí, empieza el inconveniente espiritual en España, el inconveniente espiritual en los términos en los que quieren resolverlo la República y Azaña.

Si bien corto, la discusión del producto 12 de la Constitución de Cádiz dejó establecidas las primordiales situaciones sobre las relaciones entre el catolicismo y el Estado que perdurarían a lo largo de los 2 siglos siguientes hasta llegar a los nuestros días. En una redacción inicial, establecía que “La Nación de españa profesa la religión católica, apostólica, romana, única verídica, con exclusión de cualquier otra.” Pero la presión de los miembros del congreso de los diputados ultramontanos, que consideraban esta fórmula deficiente por el hecho de que se limitaba a admitir un hecho, a constatar el sentido sociológico incluido en la afirmación de que España es católica, forzó a añadir una exclusiva predisposición en el producto que reforzara el carácter normativo del orden constitucional, esto es, que reivindicara el sentido político de aquella afirmación. El resultado fue una regla en cierta manera extravagante, que rechazaba la independencia religiosa al unísono que encargaba a las instituciones seculares velar por la fe católica: “La Nación la resguarda por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquier otra”.

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