la religion en la dictadura de primo de rivera

Al nacer la Segunda República De españa en el mes de abril de 1931, la cuestión religiosa y las relaciones entre la Iglesia y el Estado fueron de las mucho más debatidas y un punto de enfrentamiento en la sociedad y los políticos, primordialmente a lo largo del periodo constituyente pero extendido con mayor o menor intensidad según cada instante hasta el desenlace de la Guerra Civil. Esta distribución no va a ser única por la dificultad de la cuestión y su coherente extensión, con lo que se van a ir publicando mucho más donde se especificará tanto contenido histórico como legal de las primordiales leyes religiosas de la Segunda República De españa. Populares son los extensos permisos de los que disfrutaba la Iglesia en España al proclamarse la II República y que se remontaban siglos atrás, con enorme injerencia en el poder político, administrativo y popular apoyada por la monarquía y la dictadura de Primo de Rivera . En el siglo XIX ahora lograron verse los primeros movimientos en oposición a estos permisos, con distintas desamortizaciones y la supresión del diezmo, inspiradas por la separación Iglesia-Estado en los países vecinos de Francia y Portugal. Esta unión tan fuerte entre la monarquía, la política mucho más conservadora y la religión logró que parte de la población viese la caída de Alfonso XIII como una caída obligatoria de la Iglesia. Tras la agónica prolongación de la dictadura de Primo de Rivera tras su muerte, el 12 de abril de 1931 se convocaron selecciones municipales que enseguida se transformaron en un plebiscito sobre la monarquía, proclamándose en muchas ciudades españolas la república un par de días después. En el caos inicial de constituir un corto gobierno salido de unas selecciones municipales hasta el momento en que no se convocasen selecciones a Cortes Constituyentes -lo que por último se realizó el 3 de junio- se dictaron las primeras medidas laicizadoras: el 17 de abril se marcha trasmitir la orden desde el Ministerio de la Gobernación de Maura a los gobernantes civiles de no asistir de manera oficial a ningún acto espiritual; el 5 de mayo los obispos dejaron de ser parte del Consejo de Instrucción Pública y al día después se suprimió la obligatoriedad de la religión en las academias públicas.

La euforia republicana de la primera semana de a poco fue convirtiéndose en desconcierto y enfrentamiento entre los republicanos mucho más radicales y monárquicos, que desembocó en una quema de inmuebles religiosos en España y un incremento de la hostilidad y la división en la sociedad. Tras un altercado con alfonsinos en el que fallecieron 2 participantes de la manifestación por cargas de la Guarda Civil, una enorme masa de gente se reunió en el ministerio de la Gobernación pidiendo la dimisión de Maura, el encarcelamiento de Berenguer, la disolución de la Guarda Civil y la expulsión de las órdenes religiosas. Por la mañana del día 11 de mayo, un conjunto de participantes de la manifestación recorrió la Enorme Vía de La capital de españa incendiando la puerta y la testera de la iglesia jesuita de la calle Flor, extendiéndose esta acción a los conventos de las carmelitas, jesuitas, el de las Maravillas en la calle Bravo Murillo… El estado de guerra proclamado esa tarde no evitó la quema del convento de Chamartín de la Rosa. Andalucía y Levante se contagiaron de esa ola anticlerical. A dios gracias no hubo víctimas fatales pero decenas y decenas de inmuebles ardieron por toda España y ciertas condenas fueron a cadena perpetua (La segunda república de españa, ed: Pasado y Presente, p.204). Los accidentes fueron protagonizados por «elementos radicalizados ajeno de los enormes partidos y sindicatos de izquierda en una movilización espontánea atizada por el temor a una contrarrevolución monárquica» (Distritos Rozúa, 2007, p.138).

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