la religion consigue que gente buena haga cosas malas

Portada de la iglesia de San Carlos Borromeo de Entrevias en 2010. Fotografía: SR. X (CC)

En ocasiones sucede que quienes militamos en las filas ateas tendemos a estimar a la Iglesia como algo que nos es totalmente extraño, pese a entender de matices y ser capaces de distinguir entre la Iglesia de arriba y la de abajo. Nos suponemos seguro del fanatismo cerril por el hecho de que jamás afirmaríamos que todos y cada uno de los curas son pederastas ni todos y cada uno de los leales señorones con visón que desterrarían a los mendigos; pero el desprecio y la desafección con la Iglesia de arriba (la de los oropels y trozos enjoyados, la moralidad asfixiante y los permanentes abscesos retrógados) hace que, hipócrita y también inmerecidamente, solo atendamos a la de «abajo» en el momento en que se nos pone, con lumínicos, en frente de las narices. En ocasiones esto se genera en frente de la fila de un comedor mantenido por una entidad religiosa o de un misionero que se deja la vida curando pústulas en África; pero reconozcamos que la mayoria de las veces la atención dura poco. Lo que tardamos en lamentarnos que haya de ser otro (la Iglesia, en un caso así) quien se encargue de la tarea asistencial que debería asegurar el Estado, o de reiterar el mantra que la fe (si bien errada , a nuestro enteder) deja una cantidad asombroso de provecho colaterales por el hecho de que la Iglesia, por norma general, la compone buenísima gente.

LA MUJER DE LAS LATAS

Una semana antes, el sábado 14 de noviembre, CIPER presenció en exactamente el mismo templo de Nataniel Cox una sesión mucho más íntima. Ese día el que encabezó la liturgia fue otro pastor, de menor jerarquía que Couto, el que solicitó a un conjunto de nueve mujeres de edad avanzada y zapatos gastados, que se acercaran al ámbito. Son mujeres que andan caminando por la vida y ese día asisten a la liturgia de los “casos inviábles”.

Entre ellas hay una señora que llega presurosa. En sus brazos transporta múltiples latas de bebidas agarradas en la calle que ella procura rápidamente almacenar en una bolsa de plástico, por el hecho de que la arenga del pastor ahora comenzó. En esta ocasión el pastor – joven, de pantalón negro y camisa blanca arremangada- no se posiciona en lo prominente del ámbito, sino se queda al mismo nivel de los leales. Mirándolas fijamente, pregunta al conjunto de mujeres naturalmente cansadas: “vienen mal, tienen inconvenientes, ¿de qué forma están? En corazón todas y cada una argumentan que sí están mal.

Solsona: máquina expendedora de candelas

Los avances en tecnología son para todos, aun para una institución que transporta mucho más de 2000 años sin solamente cambios. De ahí que, no te extrañes si te hallas con una máquina expendedora de candelas, como me ocurrió en la Catedral de Solsona, en Cataluña. Una manera práctica de dispensar candelas, considerablemente más clásico que estas lucecitas que se encienden al ingresar una moneda.

¿Obviando la broma escatológica, uno se pregunta dónde procuran la fe en la parroquia de San Vicente de Fora? En lo que se refiere a las ánimas, al fin se animan a enseñarnos de qué manera están en el Monasterio de los Jerónimos. Una fácil caja negra que sospecho pese a mucho más de 21 gramos. Bastante menos glamurosa que las concepciones divinas del alma, pero seguramente mucho más práctica.

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