En los últimos tiempos han aparecido múltiples libros, en el cristianismo, con títulos como El enorme estafa de Gerd Lüdemann, El credo falsificado y Falsificaciones y engaños de Karl-Heinz Deschner. El día de hoy le traduzco su pensamiento.
Ahora Friederich Nietzsche se percató en el momento en que ha dicho: «Yo condeno el cristianismo, yo formulo contra la Iglesia cristiana la mucho más excelente acusación que nunca haya expresado ningún acusador. Ella es para mí la mayor de todas y cada una de las corrupciones imaginables, ella ha negado todos y cada uno de los valores, hizo enserio una patraña, de toda integridad de ánimo una vileza. Yo digo que el cristianismo es la enorme maldición, la enorme corrupción interior, el enorme instinto de venganza, para el que ningún medio es bastante venenoso, misterio, subterráneo, bajo; la enorme vergüenza eterna de la raza humana». ¿Se pasa Nietzsche al decir esto? Karl-Heinz Deschner escribió la «Historia criminal del cristianismo» en 12 tomos y afirma: «…no me consideraría refutado por haber omitido lo que asimismo era verdadero, sino más bien solo en el momento en que alguien demostrara que he escrito algo falso». Redactar historia significa poner énfasis aspectos primordiales, generalización y cuantificación van siempre unidas. Cicerón mencionó que «la ley primordial de la historiografía es que absolutamente nadie se atreva a redactar algo que sea falso». No obstante, la regla decimotercera de los jesuitas impone «que lo que yo tengo por blanco no es tal, sino más bien negro, si lo manda la jerarquía eclesiástica» (Volk).
El Estado no controla de qué manera usa la Iglesia el dinero del IRPF
El Tribunal de Cuentas fué rotundo: el Estado no es con la capacidad de fiscalizar el dinero que recibe l Iglesia católica del IRPF. De este modo lo ha preciso en un informe hecho público a fines del 29 de julio. En sus conclusiones, se comprueba como “la Iglesia realiza la memoria con sus criterios, en frente de la sepa de otros pactados o establecidos en la normativa estatal en relación a su contenido, tal es así que forma mucho más una memoria de ocupaciones de nuestra Iglesia que una memoria justificativa”.
Gracias a la «inconcreción» de estos datos, es realmente difícil para el Estado «saber con precisión la presencia de insuficiencias o excesos de financiación». Tampoco es viable comprender de qué forma se usan los fondos que surgen tanto de marcar la X en la declaración de la renta como de las exenciones fiscales. Todo lo mencionado se sintetiza en que no tenemos la posibilidad de entender si la Iglesia tiene oportunidad de autofinanciarse y parar de recibir fondos públicos. No le resulta interesante que lo sepamos.