influencia de la religion orfica en el pensamiento de pitagoras

Mucho más que un pensador, Pitágoras de Samos resalta, según noto, como científico y espiritual. Hacia el año 500 a. de C., funda una red social religiosa que cree en la transmigración de las ánimas, tal como en la práctica de un ascetismo que lleva a su purificación.

Como científico revela que el Cosmos es medido fundamentalmente por números. Es de este modo como contribuye a la ciencia de los números los elementos de geometría, exactamente la misma los primeros argumentos de la acústica y de la música. Asimismo consigue medir el tiempo tomando como punto de inicio los movimientos de las estrellas.

Biografía de Pitágoras

Ciertos helenos como Herodoto y también Isócrates coinciden que fue el primogénito de Mnesarco y que tuvo su origen en la isla de Samos, situada en Grecia en el este del Mar Egeo. Se dijo que su padre se ejercitó como cincelador de piedras hermosas o un comerciante de enorme poder de compra, pero su ascendencia es discutida y poco clara.

Muchas historias establecen que múltiples oráculos profetizaron que la madre de Pitágoras daría nacimiento a un hombre suprememente precioso, sabio y bueno para la raza humana. Una fuente tardía fijó el nombre de su madre como Pythais.

El término del alma y de transmigración en el pitagorismo

La doctrina del alma y la transmigración como corolario de la inmortalidad pertenece a las enseñanzas mucho más viejas del pitagorismo; Werner Jaeger relata que Heródoto consideraba la doctrina del transmigración o transmigración de las ánimas como propia de los mucho más viejos pitagóricos. Esta doctrina es tomada por los pitagóricos de los ritos órficos (o las llamadas “cosas órficas”), una doctrina cuya carga soteriológica rompía con la mirada escatológica de la religión olímpica y de los mitólogos de Zeus, en tanto que aportaba una teología de salvación a través de una dualidad ética que basaba la justicia y la remuneración en el mucho más allí, tras un período de purificación y un recto modelo de vida en las distintas transmigraciones. Existe testimonio de esta visión órfica en los papiros de Derveni, en las láminas de Olbia (siglo V aC) y otros contenidos escritos viejos. Autores siguientes, como Eurípides y Platón, dejan perseverancia de las ideas órficas en sus proyectos. Platón en el “Menón” 81 detalla de esta forma la creencia órfica: “…aseguran, de hecho, que el alma del hombre es inmortal y que en ocasiones llega a un término – al que llaman fallecer – y otras nuevamente alcanza a ser , pero que jamás muere; y que de ahí que es requisito pasar la vida con mayor santidad viable”.

Para los pitagóricos, como herederos de esta doctrina del período del alma y su conformación, el alma humana es una emanación del alma universal, no es engendrada ni producida con el cuerpo, sino procede de lo de afuera, puede vivificar consecutivamente distintas cuerpos, y existir asimismo en las zonas etéreas por cierto tiempo sin estar unida a ningún cuerpo humano o animal. Esta teoría tiene dentro 2 ideas escenciales que germinarán en otros contextos filosóficos: la iniciativa de la inmortalidad del alma humana, y la iniciativa de las penas y recompensas tras la desaparición. De igual forma, los pitagóricos distinguían en el alma humana 2 partes: una superior, correspondiente al orden inteligible, origen y taburete de el intelecto y de la intención; otra inferior, correspondiente al orden sensible, origen y razón de los sentidos y pasiones. La primera, o sea la parte racional del alma, tiene su regencia en la cabeza; la inferior radica en ciertas vísceras, pero primordialmente en el corazón, al que atribuían las manifestaciones del apetito irascible, y en el hígado, donde ponían las pasiones de la parte concupiscible. Esta fisiología espiritual va a ser asumida en varias academias místicofilosóficas islámicas. Según el testimonio de Aristóteles, los pitagóricos definían el alma como: «un número que se desplaza a sí mismo». Probablemente con esta definición deseaban representar que el alma humana es una esencia fácil que tiene en sí el principio de sus actos, o sea, una unidad dotada de actividad espontánea. Se ha discutido bastante sobre el carácter místico que tiene la escuela itálica (se llegó a charlar de técnicas chamánicas del éxtasis practicadas tanto por los pitagóricos como por Parménides y Empédocles) en contraposición a la vía de la φύσις del escuela jónica. La verdad es que la figura de Pitágoras fué siempre y en todo momento envuelta de una aurea de teurg, en buena medida gracias a la doxografía posterior, en especial la neoplatónica de Jamblico y Porfiri. Bastante de este imaginario neoplatónico es lo que pasa en el contexto islámico por medio de las traducciones al árabe de los contenidos escritos filosóficos helenos, llegando tanto a los doxógrafos como a los pensadores islámicos, singularmente a la escuela ishraqî.

Orfeo mítico

La mitología hace Orfeo hijo de Eagro y de la musa Calíope, y la tradición esotérica lo relaciona con Arjuna, puesto que su descenso a los Avernos en pos de Eurídice se semeja bastante al viaje de Arjuna al Patala, tras su mujer Ulupi.

Eurídice era una ninfa que, atraída por los cantos de Orfeo, se conquista y se transforma en su mujer, pero un día, asediada por Aristeo (en la versión de Virgilio), pisó de manera accidental una serpiente que la mordió y le provocó la desaparición. Desconsolado, Orfeo fue a las puertas del Hades, el reino de Plutón, para tocar su lira y rezar a fin de que su querida le fuera devuelta. Las diferentes ediciones cambian en este punto. Ciertos aseguran que su canto ablandó el corazón del propio Cerbero, y la rueda de Ixión se detuvo admitiendo el regreso de Eurídice, pero, en otros, incluyendo el comentario de Platón, se asegura que la sola legimitad le fue negada, aduciendo que para ingresar en el Hades él mismo debía padecer las pruebas de la desaparición.

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