importancia de la religion en san manuel bueno martir

“San Manuel Bueno, mártir” es una novela corta pero atrayente redactada por Miguel de Unanumo en el siglo veinte. La novela cuenta la narración de un hombre llamado Don Manuel desde la visión de una mujer que vivió en exactamente el mismo pueblo (Valverde de Lucerna) a lo largo de múltiples fases de su historia. Don Manuel se considera un beato por la multitud del pueblo pero de manera oficial no está afiliado a la iglesia hasta años después. Angela cuenta múltiples historias de Don Manuel, exponiendo su humildad, su actitud y presencia pura y más que nada sus milagros. Tras conseguir tanta información sobre Don Manuel viene la enorme sorpresa del cuento; Don Manuel en resumen no puede opinar en lo que le está predicando a la multitud del pueblo. Lo mismo es inútil de opinar en la palabra religiosa, pero todavía es la figura religiosa para la multitud.

Cerca de media novela la madre de Angela se muere pero es Don Manuel que está allí para aguantarla a ella y su hermano Lázaro. Es en el momento en que muere su madre que Don Manuel afirma “En tus manos encomiendo mi espíritu” (pg. 12). Estas que son las últimas expresiones que ha dicho Jesús Cristo en la cruz, traen un concepto enormemente espiritual y asimismo enternecedora. Transporta asimismo las múltiples alusiones que Unanumo hace en su novela. Particularmente quiero decir que Don Manuel siendo relacionado con Cristo y Lázaro siendo relacionado a Lázaro de Betania. Antes de ese acontecimiento Lázaro poderosamente rechazaba Don Manuel y no lo creía ser un beato. O sea como en el momento en que Lázaro se distanció de Jesús por lo menos tres ocasiones. La desaparición de la madre de Lázaro en la novela puede ser compare a en el momento en que Lázaro fue revivido por Jesús.

religión

En ese instante es en el momento en que hay un enorme cambio en el Lázaro de la novela y se puede observar como un renacimiento a sus sentimientos por Don Manuel.

Capítulo 4

La narradora enseña ciertas acciones del señor Manuel. Por servirnos de un ejemplo, en San Juan hacía curaciones prodigiosas a enfermos, y en la mayoría de los casos siempre y en todo momento se preocupaba de que todo el planeta tuviese ropa limpia y comida, repartiendo entre aquéllos que necesitara. Dice que específicamente el señor Manuel asistía bastante a Blasillo, «el imbécil del pueblo», que por su lado asimismo adoraba al parroco y repetía todo cuanto hacía. Frente al señor Manuel absolutamente nadie engañaba, pero el sacerdote no se aprovechaba y se negaba a estar que se encuentra en interrogatorios, como frecuentemente el juez le solicitó, ya que no creía en la justicia terrenal, sino más bien en la divina.

Todo el planeta deseaba que don Manuel estuviese presente, acompañándolos, en su lecho de muerte y él jamás se negaba. Lo único que rechazaba era la envidia y la ociosidad, con lo que siempre y en todo momento hacía algún trabajo útil, como crear juguetes para los pequeños.

La justificación

Don Manuel le confiesa su misterio exactamente a Lázaro y este a Ángela. Enseña el accionar fingido en la intención de preservar «la paz entre los leales». Elige sostener el dogma reconfortante de una vida tras la desaparición entre los feligreses por no perturbarlos. Entonces, Lázaro escoge resignar sus ideas progresistas, parece transformarse y coopera con la misión del padre.

Tras ciertos años, el señor Manuel muere —aún sin recuperar su fe— con méritos suficientes para ser beatificado. Solo Ángela y Lázaro son los únicos conocedores de su misterio. Por último, en el momento en que Lázaro muere, Ángela termina preguntándose por la redención de sus conocidos cercanos.

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