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Según un producto del Daily News Egypt del 9 de abril de 2009, el directivo de la sección de manuscritos de la Bibliotheca Alejandrina, Yousef Ziedan, aseveró en el transcurso de un congreso sobre humanismo en Alejandría que «en otras religiones no hay humanismo, solo en el islam». El razonamiento radica en que el judaísmo es únicamente para los judíos y que el cristianismo ha perdido el sendero hacia el humanismo gracias a su creencia en la divinidad de Jesús. No obstante, en el islam los humanos están en el centro de la religión, que está en su derecho a reivindicar en única, por consiguiente, el atributo de humanista.
El monástico
Erasmo nació como un hijo ilícito de un sacerdote holandés y de la hija de un médico. Vivió en busca del conocimiento, de la piedad, enamorado de los libros y oprimido por el temor a la pobreza. Por el sendero, sus escritos y erudición comenzaron un terremoto teológico que no se detuvo hasta el momento en que la cristiandad de Europa occidental se dividió.
Nativo de Rotterdam. Huérfano gracias a la peste, Erasmo fue enviado en un inicio a la escuela capitular de St. Lebuin, que destacaba en la educación tradicional y en las humanidades. Entonces fue llevado a una escuela apuntada por los Hermanos de la Vida Común. Allí absorbió el énfasis de una relación personal con Dios, pero le repugnaban las severas reglas de la vida monástica y la actitud de los teólogos intolerantes.
LA CONCENTRACIÓN HUMANÍSTICA
Tomamos la cita del romance Señor y perro de Thomas Mann: «la ilusión de una vida metódica, simple, concentrada, vuelta contemplativamente hacia ella misma, esa ilusión de pertenecerte completamente, te hace feliz». La autopertenencia es el reconocimiento de que el hombre se reserva la situación central y experimenta gozo en el momento en que le ocupa. La manifestación tardía y extremista del humanismo renacentista la podemos encontrar en la burguesía del siglo XIX, en el momento en que esta, ahora dominante como clase, creó un tipo humano y popular que se transformó en pensamiento. Para el burgués, el hombre debe controlar el planeta a través de el trabajo y honrar a Dios con la piedad. El comercio y la explotación sirven primero y con ellos se dan recursos y modelos que contribuyen a su confort; la piedad radica en ver algunos principios morales, la sinceridad, la respetabilidad, el crédito. El burgués transporta esta vida metódica, simple y concentrada que le deja ser fecundo.
El humanismo burgués almacena impecable correo con el positivismo ochocentista. El hombre dominador de la Naturaleza -entre los 2 elementos constitutivos del humanismo, según se vio- llega en este momento a una extraña perfección con el instrumento de las ciencias: el humanista es en este momento el hombre civilizado, el hombre de la civilización científica de la Europa occidental. El laboratorio del instructor oculta toda la civilización y toda la realidad de esa temporada. El anhelo explotador y dominador del hombre europeo se recubrió de matemática y leyes experimentales.