Moderador: Amado Julià, terminamos de ver un corto vídeo del señor Giussani y siempre y en todo momento impresiona la pasión, aun física, con la que transmitía el hecho más esencial y definitivo de su historia: Cristo presente, Cristo hecho hombre y experimentable. ¿Quién era don Giussani para ti?
Carrón: Me alegra poder comunicar con nosotros esta velada para charlar de la persona que mucho más me ha fascinado en la vida. Para nosotros, para mí, para todos y cada uno de los que le trataron, el señor Giussani era una figura con una pasión desbordante que hacía vibrar a todo nuestro yo. Conocerlo despertó, fortaleció, el deseo que llevaba dentro –deseo de plenitud, de felicidad. Desde el instante en que le conocí, no deseé otra cosa que identificarme con esa forma de vivirlo todo, con esa pasión. A quien de nosotros, tras escucharle si bien solo hayan sido unos momentos, no le agradaría poder hallarse con alguien que suceda lo que suceda en la vida– viva con esa intensidad, con esa forma de decir yo, de decir Tú, con esta percepción de su persona que contagiaba a cualquier persona que encontrase? Aún tengo en la memoria lo que ocurría en el momento en que me invitaban a los movimientos “normales” de la vida del movimiento. No recuerdo bastante del contenido de las jornadas que pasé con él. Al comienzo el italiano no comprendía bien. Pero jamás pude olvidar que percibía gran diferencia. Comunmente, en estos movimientos cada mañana se comenzaba rezando el Ángelus, una oración que es familiar a todos y cada uno de los cristianos. Antes de iniciar el Ángelus, Giussani hacía un corto comentario a fin de que la oración no fuese sencillamente una reiteración de algo formal, de algo que se reitera mecánicamente, sin que ocurra, en el fondo, nada importante. Él pronunciaba unas primeras expresiones que hacían presente a su persona, su intensidad, su mirada. Me modificaban el día. En ese ademán, solo oírlo ahora me modificaba, me daba una aptitud de abrazar mi vida, a mí, de la que no había sido consciente al levantarme.
Cada mañana se llenaba de esta forma una presencia que hacía la vida… ¡vida! Quizás logre imaginarse una experiencia tan elemental como esta en el momento en que alguien se conquista. En el momento en que alguien se conquista no puede despertarse tal y como si nada hubiese pasado. En el momento en que uno se da cuenta de lo que le pasó –que está al alcance de alguno si se conquista– todo cuanto hace a lo largo de la día –asimismo las intranquilidades que le asedian, todo cuanto debe llevar a cabo…– está marcado desde por la mañana. Hasta el punto de que los compañeros de trabajo preguntan: «¿pero qué te pasa?, ¿te has enamorado?». Es algo que marca. Coloco este caso de ejemplo por el hecho de que alguno puede admitir su experiencia. En el momento en que una presencia entra en la vida, lo regresa todo diferente. Ver a un individuo, como vimos en este momento en el vídeo del señor Giuss, no es ver a alguien que haya encontrado con un aspecto afectivo o sentimental como el enamoramiento. En su historia ha entrado tan poderosamente una presencia que su ser, la percepción de sí, la conciencia de sí, el sentimiento de sí quedaron completamente ciertos por ella. Afirmaba el canto que hemos oído: «su voz, sus expresiones, lo sabía todo de nuestro corazón» (tiene relación a Giussani). No era de esta manera pues nos explicara qué es el corazón, sino más bien por el hecho de que con su forma de estar respondía a todas y cada una de las demandas con las que se levanta por la mañana. De ahí que comunicaba a Cristo y nosotros no lo percibíamos como una palabra, ni como un grupo de reglas, ni como una Presencia que te espera en la puerta para juzgarte en el momento en que te confundes. Lo percibíamos como una presencia que marcaba la vida.