habermas cuestiona actitud radical del secularismo contra la religion

Hace ahora unos años, Chile y América Latina se vieron enfrentados a un desarrollo de profunda polarización política. Fenómenos como la corrupción, la agenda ética progresista, el decaimiento democrático en Venezuela, han generado un activismo de conjuntos sociales civiles que a lo largo de un buen tiempo habían estado ajeno de la vida civil. Entre ellos, los cristianos evangélicos, que por décadas habían mantenido una relación torpe y también intempestiva con lo político, han comenzado a organizarse para realizar en frente de los nuevos retos de una sociedad posmoderna.

En este desarrollo los evangélicos latinos fueron capaces de producir espacios de reflexión crítica. No obstante, esta experiencia habitualmente es achicada y se ve eclipsada por corrientes fundamentalistas y casiteocráticas que procuran imponer agendas particulares, llegando aun a perseguir el puro interés denominacional. En la esfera pública se siente cada vez con una mayor frecuencia que los evangélicos se oponen a leyes y reglas legales, bajo el razonamiento de que ellas están abierta oposición a los mandamientos de Dios. No obstante, en su alegato no queda completamente clara la teología que trabaja tras su actuación política, ya que mientras que en ciertos casos se busca cristalizar las enseñanzas bíblicas por medios políticos-estatales, un conjunto esencial de temas públicos son ignorados o pasados ​​por prominente en la intención de transformarlos en leyes de la república. Se compartimentaliza una conciencia política evangélica que, más allá de que asegura con ímpetu la vitalidad de la biblia para el contexto contemporáneo, no es tan enérgica en el momento de utilizar íntegramente sus principios.

Tres líneas para la novedosa evangelización

La evangelización en las sociedades occidentales pide una reflexión cautelosa, con la capacidad de apreciar las esenciales conquistas culturales y civiles de la modernidad, más que nada el reconocimiento de la dignidad de la persona y su carácter irreducible, con razón y independencia, merced a las que es viable una asunción mucho más madura de la fe, como recuerda Gaudium et spes. Pero asimismo la secularidad, que en sus raíces y hermenéutica cristianas reclama una sustantividad que excluye resoluciones ilusorias, de carácter confesional o fundamentalista, en frente de los inconvenientes de la sociedad moderna. Por otro lado, es requisito enfrentar las faltas evidentes que se ponen de manifiesto en la gente y en la sociedad en el momento en que se disipa el cristianismo. En conclusión, podrían indicarse tres líneas para esta reflexión.

Primeramente, es precisa una evangelización con la capacidad de enseñar la fe con su concepto antropológico y su importancia para la sociedad. Este concepto, en último caso, se arraiga en el acercamiento con Cristo y en su relación con Él. Lo que se dijo supone que la Iglesia está llamada (con la asistencia del Espíritu Santurrón) a contribuir a las mujeres y los hombres de el día de hoy a descubrir de nuevo el sentido del secreto, a abrirse a la trascendencia ahora fomentar una vida espiritual no limitada o fragmentaria. (…).

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