«El auténtico riesgo reside en si el planeta católico pierde a los últimos cristianos primigenios… las últimas ánimas viejas de la tierra». Esta es la predicción extrema de un escritor en lo que se refiere al continuo éxodo de los cristianos árabes de Oriente Medio, un éxodo causado por el neocolonialismo occidental y la expansión sionista que se acomoda al complejo militar-industrial.
En USA, la religión es una sección esencial de la vida pública, tanto es conque con frecuencia halla su sendero en la política. En todo el país de la política, fué históricamente bien difícil ganar una decisión, particularmente en todo el país o estatal, si se prosigue una fe que no es compartida por la enorme mayoría de los estadounidenses religiosos: el cristianismo.
El relato de los odios recónditos: de Yugoslavia a Oriente Próximo
El origen de esta teoría sobre odios étnicos perennes está en el final de la Guerra Fría y no se ha aplicado solo a suníes y chiítas. El primer caso que se popularizó ocurrió tras la desintegración de la Yugoslavia comunista. Autores como Samuel Huntington o Robert Kaplan asistieron a determinar la guerra en Bosnia como un enfrentamiento absolutamente étnico-espiritual entre croatas católicos, bosnioherzegovinos musulmanes y serbios ortodoxos. También, se edificó un relato que sugería que el comunismo fue solo un parche transitorio que unió a unos conjuntos étnicos que verdaderamente llevan odiándose ya hace siglos. El derrumbe del fuerte gobierno central precipitó la crueldad, que solo había sido contenida, pero jamás erradicada.
Hoy día, varios productos que quieren argumentar la crueldad de hoy entre suníes y chiítas en Oriente Próximo prosiguen pautas afines. El relato frecuenta repetirse de esta manera: tras fallecer el profeta Mahoma, se desató una crisis sucesoria. Por una parte, ciertos musulmanes consideraban que Abu Bakr, amigo del profeta, había de ser el nuevo líder, al paso que otros leales eran incondicionales de su primo Ali. Los seguidores de Abu Bakr vencerían y terminarían transformándose en los suníes; los incondicionales de la línea familiar de Alí, los chiíes, serían derrotados, transformándose en una minoría de forma frecuente perseguida en el islam. Nacía de esta forma un odio eterno y también inmutable, en este momento liberado por la sepa de una autoridad superior que los sostuviera unidos.