ficha de lectura un monstruo viene a verme religión

Tras su paso por los festivales de Toronto y San Sebastián nos llega la última película de Juan Antonio Bayona. Connor (Lewis MacDougall) es un chaval de 12 años que, tras el divorcio de sus progenitores, vive al lado de su madre (Felicity Jones) enferma de cáncer, que debe proteger. Su historia se dificulta aún mucho más en el momento en que llega a vivir con ellos su rigurosa abuela (Sigourney Weaver). Su mal se materializa en las continuas pesadillas nocturnas que le asaltan. La vida cambiará con la llegada de un amigo que no fué invitado, el monstruo (Liam Neeson).

La película, si bien tiene ecos incuestionables de El laberinto del fauno, está considerablemente más cerca del espíritu de Spielberg en lo que se refiere a concepción trágica. Guillem del Toro se inclina mucho más al fantaterror, al paso que Spielberg es un narrador considerablemente más tradicional y de vocación mucho más habitual. Si bien la historia no es original de Bayona, ya que el escritor de guiones y creador del libro, Patrick Ness, se inspiró en un relato inconcluso de Siobhan Dowd, la verdad es que Bayona le hizo muy suya y la ha conectado con su planeta personal y sus temáticas preferidas, singularmente las relaciones maternofiliales (debemos recordar El orfanato y Lo irrealizable).

Individuos de Un monstruo me viene a conocer

  • Conor O’Malley: Sarcástico y bondadoso, Conor es un niño que debe confrontar a la sepa y visitas a una abuela con la que no termina de congeniar como trasfondo a la patología de una madre que sufre cáncer.
  • El Monstruo: Compuesto por hojas y ramas, pero de aspecto humano, el «Monstruo» es un ser bondadoso que procura contribuir a la gente mediante métodos que, quizás, no resulten agradables en un primer instante . Sus fábulas tienen la posibilidad de contener consideraciones morales controvertibles, pero sus enseñanzas solo tienen la posibilidad de hacerse en el momento en que el sujeto ha comprendido la esencia de la historia.
  • Madre: Si bien en la película esta se llamaba Lizzie, en el libro es sencillamente «Mamá», así como tiene relación Conor. Una mujer que, más allá de venerar a su hijo, no puede eludir engañar tanto a él (como a sí) sobre la seguridad de que va a morir más adelante próximo.
  • Padre: El padre de Conor se trasladó a América 6 años antes de los acontecimientos del libro con una exclusiva mujer. En el instante en que la madre de Conor yace enferma, su padre vuelve a Inglaterra para visitarlo a lo largo de unos días, si bien próximamente vuelve a América para ayudar al nacimiento de su nuevo hijo.
  • Abuela: Ofuscada con sostenerse joven a lo largo de toda la vida, la abuela de Saber es una agente de policía que prosigue tiñiéndose el pelo a fin de que no se muestre el pelo blanco. Presumida y egocéntrica, no termina de cuadrar con su nieto, singularmente por el hecho de que no posee la empatía que se requiere para entender a cualquier otra persona que no sea ella misma.

Reseña del libro “Chicas de muerte y de furia”, de Natasha Ngan

“Para socorrer el reino y su amor, las chicas de papel y de fuego lo deberán ofrecer todo.

Pero la guerra ahora se ha liberado”

Un monstruo viene a verme, de José Antonio Bayona, pasa por las taquillas como “la película que hace plañir”, y quizás este suceso está en la base de su éxito taquillero: a bastante gente nos atrae conmovernos ocasionalmente, y tocar esta una parte de nuestro entendimiento, a la que tanta relevancia digna nos encontramos dando recientemente. Quizás, no obstante, muchas otra gente sienten que el directivo abusa de su seguridad y manipula sin escrúpulos nuestra sensibilidad, como ahora lo logró con el sunami emotivo de Lo Impossible. En verdad, las lágrimas afloran en esta película de tópicos universales: la despedida de una madre al fallecer, la reconciliación de nieto y abuela que se comprometen a asistirse pese a sus diferencias… Son sitios recurrentes en los que nuestra emoción queda siempre comprometida, y nuestra intención interpelada por preguntarse de qué forma hemos vivido nuestros duelos o nuestros enfrentamientos.

Pero hay que añadir muchas otras virtudes a esta cinta, en especial en lo que se refiere a su muy vigilada estética, a su ritmo, a sus efectos visuales para llevarnos al interior del personaje principal, a sus FXs para gozar del monstruo interior de Connor, la música… un espectáculo que solo de ahí que merece ser contemplado. Aquí deseamos investigar la hondura espiritual de ese enorme relato visual. Los temas abordados desde este planteo poético se adentran en el planeta de lo inconsciente y también implícito, que se libera en el momento en que se cuenta y halla su sentido. ¿Cuáles son estos temas? Yendo de lo mucho más fácil como mucho profundo, los puntos que nos semeja que se abordan son los próximos: El bullying y la invisibilidad. Relaciones bien difíciles. Es un tema transversal mucho más lineal que el resto de temas abordados y deja un nivel de ingreso a la historia mucho más elemental, capaz para el público joven. Una historia famosa de abuso escolar, que se solventa con la tercera de las historias del monstruo: parar de ser invisible y sacar pecho en frente de las ocasiones de acoso. La precisa agresividad canalizada en la defensa de los propios derechos. Pero las relaciones entre compañeros no son las únicas relaciones bien difíciles: asimismo lo son las del nieto y su abuela, tal como las del padre y la madre. Quizá la única relación pura sea la de madre y también hijo, pero aun aquí hace aparición la sombra horrible de la patología y la desaparición, una verdad que prolonga su sombra sobre la alegría que genera el cariño. La ambigüedad ética y la ambigüedad metafísica. El directivo juega con la ambigüedad ética de los individuos, que, salvo la madre, no son buenos ni pésimos, sino más bien procesuales, variables. Este tema está claro en lo que se refiere a la aparición de la abuela, que se muestra bien seca en la relación con el nieto. El lapso de la historia nos revelará su herida interior, su profundo mal por la patología de su hija, y la necesidad no confesada de “romper”, de “enojarse” dada esta situación. Conocer la habitación destruida por su nieto, e inclusive ayudar con su destrucción, apunta un antes y un después en la actitud de esa persona frente al inconveniente: del orden neurótico en el que fundamentaba su vida , simbolizado en un reloj especial de pared, a la íra y angustia producida por el caos de la patología, lo no controlable, la desaparición. Admitir el abismo de lo inseguro y reconocerse sometidos a la contingencia, piensa a la abuela un desarrollo de dejarse realizar por nuestra vida, permitir lo irracional, dejarse tocar por lo no manipulable. Desde ahí, la abuela nos hace aparición frágil, misericordiosa, con la capacidad de comprender la crueldad del nieto, con la capacidad de querer lo imperfecto, de admitir el caos en una situación que jamás va a ser especial. El personaje del padre, con su historia incompleta y su incapacidad para querer realmente, va a ser otro ejemplo de la ambigüedad que debe aprobarse en el resto, tanto o mucho más que en uno mismo. Connor deberá llevar a cabo este desarrollo de admitir la diferencia que molesta y el futuro que no agrada, con lo que le va a venir bien la primera historia del monstruo: desalmados que jamás lo fueron, héroes con el lado obscuro, historias inconclusas… Uno caos indefinible, unos individuos bien difíciles de etiquetar, a fin de que jamás en la vida deseamos encasillar y cuadricular a la gente, ni supervisar y controlar la vida. Resaltamos la aparición de una maestra que renuncia a encasillar a Connor en una expulsión del instituto, y apuesta por reeducar, invertir tiempo, reconducir, aguardar, acompañar. Un minuto de cinta, pero importante para el grupo. Esta problematicidad de la presencia nos charla de una ambigüedad no solo ética sino más bien asimismo metafísica. El caos tiene una presencia persistente, y la vida radica en abrirse paso mediante ellos. La cercanía de la desaparición. La desaparición hace aparición desde el comienzo representada como la pesadilla de la caída en un terrorífico orificio negro. Y de esta manera proseguirá toda la película. Y de esta forma acabará. De la desaparición se nos comunica esto, su negrura y los horribles efectos de responsabilidad en el hijo y de pérdida a todos y cada uno de los familiares. Es el tema que se aborda con mayor hondura de qué forma vivir con la desaparición. Desea que no le olvidemos, que consentimos su presencia en nuestra vida, y no nos dejemos arrastrar por ella. Nada de trascenderla, nada de esperanzas ultraterrenas, nada de cielos ni paraísos, ni juicios ni vida eterna. Al fin y al cabo, hablamos de asumir la finitud desde el sereno y profundo yo interior fuerte que representa al monstruo. Y qué dicen de la preparación para la desaparición: pienso que la iniciativa debe ver admitiendo el caos que representa, asumir la restricción, y eludir la responsabilidad que siempre y en todo momento comporta. Cuántas personas se van a poder detectar con este «la dejé fallecer» pues deseaba que todo se acabara. Y cuántas vivencias de «falta de cierre» en una relación, sintetizadas en un «no le dije cuánto la deseaba». Hay una convidación al cierre y al pasar página, a dejar que la separación exprese su mal, pero no mate. Hay una reivindicación al derecho de estar enojado y romper con todo. Pero asimismo hay una negación de la culpa y de la solución final a la fuga de la desaparición suicida. La vida debe proseguir, y la desaparición del resto es una parte de ella. El intelecto espiritual. El monstruo no es Dios, sino más bien encarnar una sabiduría ancestral, una filosofía perenne, interior. El símbolo del árbol nos recuerda la vida, no tan interconectada y panteísta como en el árbol de Ávatar, próximo a la cosmovisión budista, sino más bien la vida personal, interior, profunda, espiritual, tomando de la presente corriente de buscar en exactamente la misma fuente interior (árbol en un caso así) las respuestas a las considerables cuestiones. Hay en la película, por consiguiente, un canto a el intelecto espiritual desde un criterio mucho más agnóstico y finito. Y los desenlaces son profundos y buenos, exactamente los mismos desenlaces propuestos por las religiones: el cariño, el obsequio al otro, la comunión… Los individuos que se adentran dentro y se animan a enfrentar el caos, a poner nombre a eso que les pasa ahora vivir desde aquí, estos son los que van a vivir reconciliados y hermanados. El padre, con su aventura interior siempre y en todo momento pendiente, no va a poder vivirlo de esta manera. Nuestra verdad. La película es asimismo un canto a la literatura ahora la narración, entendida como expresión de nuestra verdad. Somos narración, nuestra vida lleva a cabo un guion en el que el ambiguo se alterna con instantes de claridad. Y disponemos en nuestra mano la pluma para redactar una siguiente página de hermosura y sentido, que logre atravesar los caos que la fortuna nos ponga por enfrente. Se juega con el inconsciente: las historias estaban escritas, quizás ahora contadas una y mil ocasiones por esta madre que se desplaza bien en la angustia y la obscuridad de su destino. Pero el niño no las había comprendido. No deseaba comprender su verdad. Hay que mirarlas nuevamente y reinterpretarlas aplicándolas a la vida así como viene. Es ahí en el momento en que se transforman en Buena Novedad. Otro elemento de enorme hondura y que nos viene bien para la teología: menos verdades visibles y también irrebatibles, objetivas y dignas de ser impuestas a el resto, y mucho más verdades personales, hermenéuticas, experimentadas, vividas en primera persona. Quizás esta clave nos es necesario en nuestra iglesia, que deseando prolongar la Buena Novedosa del Evangelio, vende en ocasiones verdades atrofiadas en las que la gente difícilmente tienen la posibilidad de admitir su verdad y una iniciativa válida de felicidad. En esta clave hermenéutica, hace aparición la sombra jungiana, expresado como “la cuarta historia” o “tu verdad”: el monstruo le incorporará historias del resto a fin de que logre comprender el planeta, pero le solicitará que cuente su historia para comprenderse a sí mismo, de hecho, y se conceda un preciso autoperdón. Hay una culpa a realizar, hay un permiso para concederse para la íra y el enfado, para la tristeza y la angustia. Y desde ahí hay una obligación, continuar viviendo. Nos encontramos frente a una película que revuelve y ofrece el interrogante sobre la presencia confrontada con sus límites, el sentido de la vida en el momento en que la verdad nos desborda… Y la contestación que la película da debe ver admitiendo esa verdad molesta, tanto en uno mismo como en el resto, para de esta forma poder armonizar nuestras existencias. Quizá a varios nos parezca un techo bastante bajo y nos quedamos con ganas de mayor trascendencia: para los fieles no es bastante con un yo interior que viene dentro y autónomo, liberado de su culpa, animado al acercamiento; la Buena Novedad de Jesús es asimismo un sendero de salida hacia el otro que me realice con la capacidad de ofrecer la vida. La iniciativa es amor.

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