El pasado domingo concluyó, de nuevo, la Semana Santa y en los documentales de la televisión local se repiten las imágenes de siempre y en todo momento: multitudes de jóvenes que ven este feriado largo de origen espiritual tal y como si fuera uno alguno, riñas callejeras , choques y atropellos causados por la excesiva celebración en discos de todo género y clase social y económica. Dada esta situación cabe preguntarse de qué manera se está construyendo la enseñanza del curso de Religión en estos momentos modernos y si debería alterarse el planteo. Entendemos que la calidad didáctica, en la mayoría de los casos, está en inconvenientes y que la televisión de señal abierta, con su persistente y exagerado culto al éxito material, el aspecto física, la popularidad y la estrella mediática de naturaleza superficial y fugaz , no suma sacrificios por sobrepasar estos inconvenientes. Pero ¿cuánta mucho más relevancia cobra este tema en el momento en que enfocamos nuestra atención en un curso pensado para ofrecer información sobre lo inmaterial, lo espiritual, aquellas cosas que trascienden alén de lo físico? Y mucho más aún, en esta era de información globalizada mediante Internet, ¿qué relevancia tiene la educación religiosa y su enfoque hacia un solo género de credo? Investigar y pensar sobre esto es el deber de todos y cada uno de los expertos de la educación. Aquí le garantizamos ciertas ideas para poner encima de la mesa y también comenzar la charla, extraídas de diálogos con otros instructores (no implica la opinión de la institución sobre esto).
El trabajo teorético y práctico de la investigación
El procedimiento que guió la investigación fue el de la participación-acción crítica y reflexiva, que tiene presente el ‘ser ‘ y lo ‘ha de ser’. En el primer caso, el ‘ser’, identificaron lo que pasaba con el ERE en todos y cada institución consultada, a través de una encuesta a directivos, conjuntos focales completados con alumnos de 6º y 10º grados y entrevistas semiestructuradas a los instructores de educación religiosa. Escogieron instituciones oficiales situadas en lo que Balancee llama “la Colombia profunda” o de la periferia: en 2 ciudades de Bolívar, tres de Norte de Santander, seis de Nariño y tres de Putumayo. “Son instituciones en las que hallas todas y cada una de las deficiencias: los instructores que enseñan educación religiosa no son licenciados ni en educación religiosa ni en teología; frecuentemente son instructores de otras áreas, aun de dibujo o educación física; los contenidos escritos que usan están desactualizados; no hay trabajo en grupo entre los propios instructores ni con los líderes de otras confesiones religiosas”.
En la situacion del “deber ser”, los estudiosos partieron de la idea de la vigencia de la teología y la pedagogía liberadoras y, por consiguiente, consideraron que era viable meditar en una “educación religiosa liberadora” . De ahí que, «la educación religiosa en visión liberadora es dialogante, crítica, reflexiva y crea conciencia al sujeto».