Roma, como la mayor parte de los pueblos de la antigüedad, adoptó una religión politeísta, que tenía dioses para todos y cada uno de los romanos, y con una religión familiar, que nucleaba a sus integrantes, cerca de la adoración de los sus ancestros fallecidos. La prédica de Cristo fue rechazada en Roma, al punto de costarle la vida al mismo Jesús, y sus fieles fueron perseguidos y condenados por la mayor parte de los emperadores.
Nerón, fue entre los emperadores que mucho más se cebó con los cristianos, que no adoraban a los dioses locales, y se negaban a admitir al emperador como un ser divinizado. Las ideas de caridad y también igualdad cristianas parecían ponerse en contra al espíritu guerrero y jerárquico de los romanos. Por estas causas, acusó a los cristianos del incendio de Roma, en el año 64.
la religión romana antes de la predominación griega
¿Qué era la vieja religión romana? Introducción y antecedentes La vieja Roma fue una vigorosa y complicada civilización que existió precisamente desde el siglo VIII a. hasta el siglo V d. C., si bien en ciertos entornos la civilización de la vieja Roma persistió a lo largo de mucho más tiempo. ¿Qué religión tenían los romanos y de qué manera se desarrollaron las opiniones religiosas? Las prácticas religiosas romanas eran afines a las de los viejos helenos y etruscos, ya que los romanos han tomado muchas las dos etnias. En la vieja Roma, la religión se abordaba con una forma de pensar abierta; los romanos admitían libremente novedosas tradiciones. Politeísmo¿De qué forma era la religión romana? Antes de la llegada del cristianismo, los romanos practicaban una religión politeísta, o sea, adoraban a múltiples dioses. En contraste a muchas religiones contemporáneas como el Islam, el judaísmo o el hinduismo, la religión romana no tenía un nombre oficial. Los viejos romanos tenían un panteón de dioses, todos los que era responsable de supervisar un aspecto concreto de todo el mundo y de la vida humana. Quizás gracias a su politeísmo, los romanos estaban libres a admitir una pluralidad de tradiciones religiosas y también incorporarlas al paraguas mucho más extenso de su sistema espiritual.
HERELLIA EN PALAU
Vimos que el ristro de emperadores del siglo IV son primordialmente cristianos, pero hubo uno que llegó al trono deseando mudar la civilización y el foco las religiones en el Imperio, y que revela bien la visión cristianopagana del poder ahora mismo: Julián (década del 360), llamado por los cristianos como «el Apóstata». Su gobierno fue corto y sus condiciones bien difíciles (por si acaso quiere arrimarse a su figura de una forma mucho más rápida, Gore Vidal escribió una novela sobre su persona, espesa pero llena de matices). Esencialmente Juliano, si bien dictamina otro edicto en pos de la independencia de cultos, acaba con un magno emprendimiento de restauración al paganismo -bastante fallido, por otro lado-. Efectúa precisamente exactamente las mismas medidas que habían tomado sus precursores en el campo ideológico: privar de base institucional y económica la fe contra la que luchaban (Mitchell, 2015: 189).
Experiencias aparte, y si bien en el final del producto volveremos a mentarlo, resaltaremos tan solo un hecho que nos revela, de nuevo, que la civilización es bidireccional y que siempre y en todo momento hay “transfusiones culturales” aun en los enfrentamientos. Juliano fue un personaje criado en Oriente, conocía bien las filosofías que luchaban contra el cristianismo y le enfadaba el abandono de las viejas prácticas. De ahí que, logró unos enormes sacrificios -en balde- para regresar al paganismo institucional, pero, ¿de qué forma?