Por Kriscia Vázquez
Vivencias repletas de aventura que acaban en una maduración personal, experiencias retenidas como producto de temporadas pasadas, con un trasfondo histórico de verdades escondes. De esta manera describiría El nombre de la rosa, una obra narrativa de Umberto Eco publicada en 1980 por Penguin Random House Conjunto Editorial.
Individuos de El nombre de la rosa
En la novela El nombre de la rosa, nos enseña de qué forma intervienen múltiples individuos pero de qué forma los mucho más relevantes disponemos:
En la novela En el nombre de la rosa, este es el personaje que observamos como personaje principal es un franciscano inglés del siglo XVI, al que se le encargó la misión de investigar los crímenes de la Abadía Benedictina. Al lado de su aprendiz Adso de Melk se dirigen a la Abadía, donde les suceden múltiples hechos extraños, tras procurar investigar los homicidos, se dan cuenta de que en ese sitio había algo mucho más. Se le afirma que tiene muchas semejanzas en el detective Sherlock Holmes.
Creador: Enrique Cejudo Borrega
Enrique Cejudo Borrega es instructor de Filosofía en el IES Castilla de Guadalajara.
Prólogo
Al comienzo era el Verbo y el Verbo se encontraba en Dios, y el Verbo era Dios. Esto era al comienzo, en Dios, y el monje leal debería reiterar cada día con humildad salmodiando este hecho inmutable cuya verdad es la única que puede aseverarse con seguridad incontrovertible. Pero videmus nunc por speculum et in aenigmate y la realidad, antes de manifestarse a cara descubierta, se expone en extractos (¡uy, como ininteligibles!), mezclada con el fallo de este planeta, con lo que debemos deletrear sus leales signáculos aun donde nos semejan oscuros y prácticamente forjados por una intención completamente orientada hacia el mal.
Ahora al final de mi vida de pecador, mientras que, canoso y decrépito como el planeta, espero el instante de perderme en el abismo sin fondo de la divinidad desierta y discreta, participando de esta forma de la luz inefable de las inteligencias angélicas, en esta celda del amado monasterio de Melk, donde todavía me retiene mi cuerpo pesado y enfermo, me dispongo a dejar perseverancia sobre este pergamino de los hechos extraordinarios y horribles que me fue dado presenciar en mi juventud, repitiendo verbatim cuanto vi y oí, y sin aventurar ninguna interpretación, para dejar, en cierta manera, a los que vengan después (si antes no llega el Anticristo) signos de signos, sobre los que se logre ejercer la oración del desciframiento.
FESTIVALES
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