cumont f las religiones orientales y el paganismo romano

La etnología y la historia equiparada de las religiones paganas no nos imponen como hipótesis esta revelación primitiva que la fe nos afirma. No obstante, como hipótesis podría solucionar varios inconvenientes; fue muy simple para los tradicionalistas del pasado siglo advertir sus indicios por todos lados, y para el obispo Huet (“Demonstr. evangelica”, París, 1690, partido popular. 68, 153, etcétera.), siguiendo Aristóbulo, Filo Judeo, Flavio Josefo , San Justino, Tertuliano y otros varios acólitos de los alejandrinos, ver en todas y cada una de las leyes y rituales paganos un inmenso saqueo de la tradición judía, y, en todos y cada uno de los dioses a Moisés. La escuela opuesta ha caído en peores insesateces en todas y cada una de las temporadas. Cielos vio en el judaísmo una “herejía egipcia”, y en el cristianismo una herejía judía, en igualdad con los cultos de Antinoo, Trofonio, etcétera. (Contra Celso III.21); Juan Calvino (Instit., IV, X, 12) y Middleton (Una carta desde Roma, etcétera., 1729) vieron una precisa conformidad entre el papismo y el paganismo. Dupuis y Creuze, heraldos de la actualizada raza de comparadores religiosos, deducen el cristianismo desde ritos paganos, o asignan a los dos sistemas una fuente común en el espíritu humano. Mucho más sabios en su generación fueron esos viejos Progenitores, que no en todos los casos veían en las analogías paganas el engaño de los diablos (Justí en P.G., VI, 364, 408, 660; Tertuliano en P.L., I, 519, 660; II, 66;Fírmico Materno, ibid., XII, 1026, 1030), desenredaron con un cierto sentido histórico y espiritual, las razones por las cuales Dios dejó, o dirigió, al pueblo escogido a sostener o amoldar los ritos de su ascendencia o ámbito pagano, o cuando menos, reprochándolos con esto, reconocen los hechos (Justí, loc. cit., VI, 517; Tertuliano, P.L.

cristianismo

, II, 333; San Jerónimo, ibid., XXV, 194, XXIV , 733, XXII, 677, es deslumbrante, Eusebio, P.G., XXII, 521, en especial San Juan Crisóstomo, ibid., LVII, 66, y San Gregorio Nacianceno, ibid., XXXVI, 161, quienes son visibles Cf. Santurrón Tomás , I-II, Q. CII , a.2). No es necesario debatir aquí la relación del códice y ritual hebreo con los sistemas paganos; los hechos y, a fortiorio, la comparación y construcción de los hechos, no están ciertos eficazmente todavía; la admirable obra de la escuela dominica (singularmente el “Religiones sémitiques” de MJ Lagrange; cf. F. Prat, SJ, Le Codede Sinai, París, 1904) prepara el sendero para consideraciones mucho más correctas de las probables presente.

Se considerará bajo 2 puntos de vista si el paganismo abrió una brecha para el cristianismo. Comentando desde la perspectiva de la historia pura, absolutamente nadie puede denegar que bastante en el antecedente o pretensiones circundantes y los especiales formaron una palabra evangelica de enorme valor. “Christo jam tum venienti”, cantó Prudenci, “credi, parata vía est”. El planeta pagano “vio el sendero”, Agustín ha podido decir desde la cima de la colina. «Te ipse Pileatus Christianus est» ha dicho el sacerdote de Attis; al tiempo que Justino asegura que Heráclito y los viejos pensadores eran cristianos antes de Cristo. Precisamente, en su panegírico de la filosofía platónica, los primeros apologistas van alén de lo que quisiéramos decir, y precisamente hicieron adversidades para sus sucesores. La atención se dirige actualmente, no solo a las ideas de la naturaleza divina, las filosofías de los logotipos, populares en la era cristiana, sino más bien singularmente a esos cultos orientales, que, inundándose sobre aquel encogido, oficializado y moribundo culto de todo el mundo de roma o helénico-de roma, fertilizaron en él cualquiera potencialidades que todavía contenían de pureza, oración, religión sensible, y temas del otro planeta por norma general. Evolucionó un nuevo lenguaje espiritual terminado, que presagió una inclinación novedosa, ideal, y la actitud, que el cristianismo, asimismo en un caso así, no despreció por emplear, trascender y editar.

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