Las pasadas selecciones nacionales patentizaron la creciente utilización de la religión como arma política y electoral. El fenómeno no es propio de este país. Recientes procesos electorales llevaron a gobiernos abiertamente confesionales, como el efímero régimen islámico de Mohamed Morsi en Egipto, o muy influidos por alegatos religiosos, como el presente gobierno brasileiro. En otras ocasiones, el encontronazo político del alegato espiritual se escuchó en otro género de valoraciones, caso del referéndum en el que, con predominación de campos evangélicos conservadores, se rechazaron los pactos de paz en Colombia. La vida política se tiñe poco a poco más de religión, y en un país tan espiritual como Costa Rica, el riesgo que esto comporta es grande. Siendo consciente de lo previo, la Reunión Constituyente de 1949 estableció el producto 28 de nuestra constitución: “No se va a poder llevar a cabo de ningún modo publicidad política por clérigos o seglares invocando fundamentos o valiéndose, como medio, de opiniones religiosas.” La prohibición se repite, con exactamente la misma amplitud y contundencia, en el producto 136 de nuestro Código Electoral: “Está prohibida toda forma de publicidad donde, valiéndose de las opiniones religiosas del pueblo o invocando fundamentos de religión, se incite a la ciudadanía, generalmente, oa los ciudadanos, particularmente, que se adhieran o se aparten de partidos o candidaturas ciertas”. Los dos productos deberían haber resuelto el tema, pero naturalmente no fue de esta forma.
2 fundamentos, entre otros muchos, incidieron. Lo primero es la religiosidad de nuestra cultura. En el momento en que las leyes divergen de la civilización probablemente sean ignoradas, ya que bastante gente actúan según las reglas y valores culturales, no según las reglas legales. El inconveniente de la crueldad doméstica ilustra bien esto. Enfrentados a ese desfase, el aparato estatal es el responsable de llevar a cabo cumplir las leyes. Pero aquí participa el segundo aspecto: la actitud omisa del TSE. Si el desinterés de unas partes de la población en la regla era previsible, la actitud del TSE en un tema tan especial y de rango constitucional merecía una actitud considerablemente más vigilante y rigurosa.
Es esencial comenzar en las iglesias procesos de actualización doctrinal según la verdad.
*Doctor en Educación, enfocado en Educación y Derechos Humanos. Enseñante y también estudioso en Teología y Filosofía. Coordinador de Otras Ovejas en Colombia. Correo electrónico: [email protected]
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Hay causas para meditar que algo es la no injerencia de la Iglesia Católica y las iglesias cristianas en el manejo del Estado y otra exclusión de la religión de la vida política del país.
Elías Sevilla Viviendas*
Conclusiones
En el siglo XX con el apogeo de las ideologías brotaron las religiones-políticas con la caída de las ideologías o los metarrelatos brotaron las religiones a la carta, el individualismo espiritual fue –es– el cobijo de la creencia religiosa desinstitucionalizada, y mucho más aún con el fenómeno de la globalización.
Las que han caído terminantemente son las considerables instituciones religiosas como únicas intercesoras de la creencia y como hierofantes del rito, pero prosiguen siendo capaces de convocar voluntades en ciertas coyunturas sociales. Hay espacios y alegatos que se han desacralizado pero otros fueron resignificados para continuar siendo nichos de religiosidad. En lo que se refiere al sistema de opiniones no existe rincón para apps mecanicistas del materialismo vulgar, nuestra situación es mucho más complicada.