Estos días la educación volvió a estar en el centro de las novedades. El fundamento es que el modelo se propuso nuevamente currículo en el contexto de la ley didáctica LOMLOE. Pudimos leer en la prensa que el Govern tiene planeado una vuelta a la educación a fin de que no sea memorística o que el eje central de la educación sea el desarrollo de estudio por competencias. Asimismo se habla en los medios de de qué forma la ministra Celaà desea impulsar al sistema educativo el modelo de campos de estudio, rompiendo de alguna forma el término de asignatura. Y con estos otros varios temas y debates propios del campo educativo están ocupando las páginas de los diarios como la codocencia, los proyectos de estudio-servicio y otros.
Todo lo mencionado afectará a la enseñanza de la religión en la escuela. No puede ser de otra manera, puesto que se introduce absolutamente en el campo escolar. ¿Qué consecuencias tiene la posibilidad de tener este nuevo modelo? ¿Qué cambiaría la enseñanza religiosa escolar si se apoya en las competencias o si se ofrece en un campo de estudio y no como asignatura?
La religión
No obstante, a esta introducción concisa del enfoque competencial de la Lomloe lo que veo preciso insistir es en la asignatura de religión, que proseguirá siendo de oferta obligatoria para los centros públicos y facultativa para los estudiantes. Eso sí, al fin dejará de contar para la nota media del expediente académico: este fué el enorme ardid de los obispados que enchufan a sus instructores -a pesar de que los pagamos todos-. O sea: que contara por entrar a la facultad o para conseguir una beca. Muy preparados, los instructores de religión que conocimos yo o otros muchos instructores, ponían al mundo entero increíble y, muy vagos, la enorme mayoría de sus clases eran películas. También, la religión no va a tener una asignatura opción alternativa que deberían cursar los estudiantes que no la escojan. Su situación en el horario escolar se deja a cargo de las comunidades autónomas.
Me ha llamado la atención que dada esta “hora opción alternativa” a la religión ciertas comunidades autónomas y ciertos directivos hayan manifestado que no tienen idea qué llevar a cabo, en tanto que se impide seguir en el temario, pues la ley deja bien claro que «en ningún caso las ocupaciones a las que se refiere este capítulo comportarán la educación de contenidos curriculares socios al conocimiento del hecho espiritual». La mucho más obvia es poner la clase de religión a primera oa última hora, pues, no lo olvidemos, bastante es el favor que les hacemos la gente laicas pagando de nuestros impuestos su catequesis (es verdad que quizás con este horario ciertos instructores de religión deberían estar mucho más horas en el centro, pero lo propio, dicen, es por vocación). El pasado 3 de septiembre publiqué aquí un producto, “Gambito competencial en Educación”, donde aconsejaba la práctica en las academias y también institutos del ajedrez, puesto que es indudablemente un deporte del intelecto que incentiva el pensamiento crítico y la resolución de inconvenientes, la educación, y estimula la inclusión, la amistad, la paciencia y estudiar a pensar sobre ellos. Pero hay mucho más opciones: recobrar el cine-club, varios juegos familiares, reportajes, elaborar una obra teatral, activas de conjunto, educación sensible y sexual, rechistes, definiciones de broma, jugar a pelota valenciana… (si lo opínan todas y cada una de las ocupaciones benefician de alguna forma las competencias curriculares, naturalmente la lingüística). Y, frente al absurdo de que los estudiantes no logren estudiar o realizar deberes en esta «hora opción alternativa», y ya que la Iglesia católica y el PP y Vox ahora pusieron el grito en el cielo por el hecho de que no es obligatoria la religión, y ya que no proponen una asignatura compensadora de «Ateísmo y Agnosticismo» -que sí que por pura epistemología lleva a cabo el juicio y el razonamiento crítico, y no supercherías, fábulas surrealistas y otras supersticiones- hay que insistir en los próximos puntos: