En el momento en que Dios se asoma por los medios, varios cronistas no tienen idea si incensarle, ignorar su presencia o hacerle la enésima necrológica. ¿Pero por qué razón no llevar a cabo, sencillamente, periodismo?
Marc Argemí
«Delito y castigo»: prodigio de construcción y sofisticación artística
Las muertes de su mujer María y su hermano, que pasan con poco tiempo diferencia, rompen el ánimo de Dostoyevski, que acepta las abundantes deudas de Mijaíl y el precaución de su viuda y sus 4 hijos. Tras cerrar Temporada por inconvenientes financieros, se marcha al extranjero. Nuevamente pierde dinero en los casinos y se rencuentra con Apolinaria Suslova, que repudia su iniciativa de matrimonio. En 1865 vuelve a San Petersburgo y empieza a trabajar en Delito y castigo, que publica por entregas en la gaceta El Mensajero Ruso. Joseph Frank nos comenta que Dostoyevski preparó con bastante precaución la novela, lo que desmiente su popularidad de escritor desordenado y negligente. Delito y castigo es un prodigio de «construcción y sofisticación artística». Desde el criterio técnico, el mayor mérito de la obra es el ajustado vínculo entre el narrador omnisapiente y el criterio del personaje principal. Así, redacta Frank, «mantiene la independencia de omnisciencia para dramatizar el desarrollo de autodescubrimiento de Raskólnikov, para descubrir al personaje pausadamente, para comentarlo desde fuera en el momento en que esto se hace preciso, y para abandonarlo completamente en el momento en que la trama se amplía» (p. 572). Delito y castigo repercute en la visión que caracteriza a las considerables novelas de Dostoyevski: Europa occidental ha expandido una suerte de peste consistente en la autodeificación del hombre y el desprecio de Dios. Rusia debe ponerse en contra a esta epidemia, ofertando como opción alternativa sus tradiciones culturales y su profunda religiosidad. Dostoyevsky no charla en términos raciales, sino más bien espirituales. Su nacionalismo no tiene ningún ingrediente étnico.
Abrumado por las deudas, Fiódor firmó un contrato con el editor Stellosvki, comprometiéndose a dar una novela por año en lugar de tres mil rublos. El contrato establecía que si incumplía los plazos los derechos de todas y cada una de las proyectos pasarían a manos del editor. Si bien la opción de dictar no le atraía, Dostoyevski contrató a la joven taquígrafa Anna Grigórievna Snítkina y concluyó en veintiséis días su novela El jugador, lo que le dejó cumplir los plazos fijados. Anna Grigorievna, una mujer espléndida, balanceada y prudente, se transformaría en su segunda mujer, proporcionándole seguridad y equilibrio. En El jugador, «una pequeña obra refulgente» que marcha como «una comedia popular satírica» (p. 626), se expone la característica fundamental del ludópata: piensa que puede lograr un autocontrol total, pero de todos modos solo es ciervo de una compulsión.